viernes, 2 de septiembre de 2016

MÁS QUE SOLO SOBREVIVIR

He buscado entre las sombras tu figura. El recuerdo aún vivo de ti en mí me consume por dentro, como el maldito foso en el que estoy condenado a permanecer a lo largo de los siglos. Las siluetas oscuras que me rodean son implacables contra la búsqueda y susurran en mis oídos palabras obscenas que lapidan mis ganas de luchar. He perdido la noción del tiempo y casi de mí mismo. Muchos de los rostros que me observan no son más que máscaras de dolor que parecen fundirse entre las aguas de nuestra desesperación. Ya no escucho otra cosa que no sea el llanto de miles de voces cansadas de los que algún día intentaron, en vano, volverte a encontrar para escapar del terror y el sufrimiento al que estamos destinados. El dolor penetra en nuestros cuerpos hechos de una cáscara obsoleta y olvido. Me revuelvo entre estas ánimas blanquecinas, las que acaban de llegar ignorantes de todo y que pronto se volverán errantes como yo. Saco la mano de las negruzcas y frías aguas para alcanzar aquello que se encuentra moviéndose encima de mí de un lado a otro, sin parar, con pasividad, pero sin descanso. Lucho con cientos de formas indefinidas que golpean, sesgan y me vuelven más agresivo de lo que recuerdo. Como si de una danza se tratase, nos movemos al ritmo que marca el barquero Caronte. Él prosigue su camino ajeno a los gritos, es implacable contra los que consiguen asomar algo más que una mano o un brazo sentenciándolos a la postergación perpetua.
De pronto algo parecido a la desazón, convierte en angustia mi insistencia. Pienso en ti, no puedo evitarlo, y me dejo llevar de nuevo al fondo. Allí, los resignados habitan envueltos en locura en la más gélida tenebrosidad. 
Oh, vida, como te extraño y así lo haré por siempre como un reo maldito que no supo valorar la luz de existir, sin entender que la vida es algo más que sólo sobrevivir.