Un artículo de Lorena
Gil Rey
Mientras escribo este
artículo me acuerdo de Lexa. De todo el ruido que hicimos con ella por su
muerte, con el engaño que supuso el habernos mantenido como audiencia fiel para
darnos una estocada que no fuimos capaces de ver por ningún lado hasta que ya
fue demasiado tarde. Y me acuerdo de ella porque sigue siendo la base
fundamental de esto que estoy escribiendo.

No
es necesario enrollarme mucho más con el inicio, pero veía necesario poneros en
contexto.
El
título casi lo dice todo.
Voy
a hablar primero como espectadora, después como escritora.
He
decir, como seguidora de series que tienen personajes LGBTQ y mujer lesbiana
que soy, y que está fuera del armario empotrado desde hace más de dieciséis
años, que me siento harta e indignada con cómo se tratan las tramas de
lesbianas en las series españolas (no voy a hablar del resto del mundo porque
saldría un artículo demasiado extenso y no creo que sea necesario). Os voy a
poner en la situación de dos series, una es Acacias38 y la otra Amar es para
siempre; hablemos de esta segunda en primer lugar; pido disculpas si se me pasa
algo, pero no es una trama que haya seguido con constancia así que puede que
muchos detalles se me escapen, pero la base es la que es. En Amar (lo llamaré
así a partir de ahora), ambientada en 1977, nos presentaron a Luisita y Amelia,
dos mujeres que se enamoran, con sus idas y venidas, que si te como, que si no
te como, que si me quiero frotar la cara contigo, que si he perdido la llave
del armario…, pero oye, que ahí estuvieron, enamoradas hasta las trancas,
defendiendo sus sentimientos y peleando por encima de todo, hasta que la
relación se fue a la mierda, porque sí, porque siempre es necesario en las
tramas de lesbianas que ninguna relación salga medio decente ¿para qué? Quisiera
poder entenderlo, pero no puedo. La cosa es que hemos tenido que leer que es
que Luisita se “SENTÍA” homosexual, vamos que hoy me siento lesbiana, mañana gorrión
y pasado un árbol… ¿Hasta qué punto afecta esto? Hasta el punto de que meten a
un hombre por el medio y ahora de repente Luisita explora su bisexualidad
cuando SIEMPRE dijo que ella jamás había sentido nada por los hombres; así,
como quien no quiere la cosa de pronto buscan una excusa para dar una representación
que ni es real, ni lógica, pero sí innecesaria. Se ha conseguido, con esta
serie, cuando ambas mujeres se separan, que se haga un spinoff, y ahí está en A3player
series, eso sí, pagando. Es decir, han hecho una serie de ellas dos, ambientada
en el ahora, pero no se emite en abierto, debes pagar para ver como dos mujeres
pueden amarse sin necesidad de echar manos de clichés, ellas simple y
llanamente. Y ahora, con el estreno de su propia serie, a su vez, sigue Amar,
que mientras Amelia está en París, Luisita quiere explorar con el hombre que le
han puesto, explorar como quien explora una cueva prehistórica, porque eso
significa la trama que nos están metiendo, PREHISTORIA. Es decir, parece ser
que el lesbianismo queda cancelado de pronto cuando a un guionista le da por
crear drama y qué mejor forma que metiendo un hombre de por medio, para
cuestionar hasta si la prota se llama Luisita, que es que solo falta eso; es
decir, tengo que entender que yo, como lesbiana, tengo la necesidad intrínseca
de estar con un tío porque sí, porque soy mujer y me tengo que reproducir. Me
vais a perdonar, pero yo lo único que quiero reproducir son las listas que me
he creado en el Spotify. Por otro lado, es que, además, nos tomáis por idiotas
y queréis hacer creer al mundo que, aún sabiendo que nuestros gustos hacia el
mismo sexo son 100% reales y seguros, se van de un día para otro porque entra
un hombre en escena. Mira de verdad, es que estoy como los bancos, que no doy
crédito.

Y
ahora es cuando cierro el artículo hablando como escritora.

Estas
series no solo las ven personas adultas, también hay adolescentes que están
pasando momentos muy duros por el miedo a ser como son por ser homosexuales y
que, en muchos países, todavía, es símbolo de enfermedad y no solo puedes ir a
la cárcel, es que hasta te lapidan. Esto hay que tenerlo muy claro, dar
representación a ciertos colectivos tiene que estar muy bien hilado y tratado,
no solo filtrado para generar audiencia, no es necesario, de verdad, usar
siempre lo mismo para provocar, al final, el desconcierto en muchas personas,
porque dan una de cal y otra de arena y yo con eso al final me hago un ladrillo
y se lo tiro a alguien, en serio.
Mi
sobrino tenía catorce años cuando ocurrió lo de Lexa, ahora tiene dieciocho, y
alguna vez me ha preguntado si yo no estaría con algún chico por lo que ve en
la tele; así que os doy las “gracias” por tenerle que explicar, de nuevo, que
cuando uno ama, ama de verdad, con el corazón, que las dudas surgen al
principio cuando estás confundida, cuando ni siquiera sabes lo que te ocurre
porque piensas que algo dentro de ti está mal, pero que cuando lo entiendes no
hay nada ni nadie que pueda pararlo, y
así debería estar reflejado en este tipo de series.
Ojalá
y llegue el día en que ni yo, ni nadie, debamos explicar cómo es ser lesbiana o
qué se siente al amar a otra persona del mismo sexo, sin necesidad de poner en
duda lo que somos metiendo a un hombre por el medio, o el vicio, o que es una
etapa, o que nos sentimos homosexuales, o tenemos un trauma con nuestro padre.
Somos
personas que amamos y a las que nos aman; eso es lo único que debería importar
y dar sentido a las historias, reales y ficticias.
Y
lo necesitamos, hoy en día, mucho. De verdad deseo que llegue el momento en el
que no haga falta, pero por favor, mientras tanto háganlo bien.