sábado, 24 de febrero de 2024

Serendipity

Desde aquel día que habían tenido ese contacto sumamente íntimo, había pasado toda una semana, pero aquella sensación no se le pasaba, al revés, siempre que pensaba en ello volvía a sentirse del mismo modo. No ayudaba el que él hubiera ido todas las tardes a la floristería, algunas veces con Adina y otras solo.

Hacía dos días, es decir, el jueves, que Adriel le había dicho que el sábado por la noche sus padres lo habían invitado a cenar. No hizo falta que él le preguntara si iba a acompañarlo, ya que ella enseguida se ofreció a hacerlo. Así que el sábado salieron al parque con la pequeña y luego la dejaron con su niñera iban a ir vestidos a la cena de la misma forma que habían ido al parque, con vaqueros y sudaderas.

Les pareció lo adecuado debido a que no era ninguna fiesta, solo una cena informal.

Se despidieron de la pequeña, la niñera era la vecina de Adriel, a la cual le prometieron que no tardarían mucho en llegar. Aquella noche a petición de Adina, ella se quedaría a dormir en casa como si fuera una fiesta de pijamas.

Cuando Adriel le había dado a elegir entre el coche y la moto no se lo pensó dos veces. Aquel viaje en la moto sintiendo como rompían el aire a medida que avanzaban fue lo mejor del mundo, hacía demasiado que no se montaba en una pese a lo mucho que las amaba.

La casa que los padres de él tenían en la ciudad no estaba lejos de la que Margaret habitaba, por lo que les dio tiempo para disfrutar del viaje en moto.

Al bajar de ella, Adriel no podía estar más contento al ver la emoción de Liv en su expresión al quitarse el casco, el verla así le había hecho sentir una punzada en el estómago. Aun así, sonrió a Liv y colocó el mechón de pelo que se le había escapado de detrás de la oreja de nuevo en su sitio. Aunque pareció una acción completamente mundana, para ambos pareció pasar a cámara lenta. La joven sintió la delicadeza con la que Adriel le acariciaba con las yemas de los dedos mientras que realizaba esa acción.

De lo que no se habían dado cuenta era de que los observaban desde la ventana de la casa. Observó aquel gesto y como ambos caminaban tomados de la mano con los cascos de la moto enganchados a sus brazos contrarios. La puerta fue abierta antes de que ellos pudieran si quiera llamar a ella. La expresión del padre de Adriel no era una que se pudiera considerar ni buena ni mala, pero ambos sabían que esa conversación no iba a ser para nada agradable.

 Buenas noches señor. Pronunció educadamente mientras que sonreía.

 Buenas noches papá. El tono de Adriel fue más seco que el que se hubiera esperado de un encuentro padre e hijo.

 Pasad. El tono de respuesta del padre de Adriel tampoco era como para tirar cohetes, eso indicaba lo que ellos ya sabían que era que no sería una cena demasiado agradable.

Ambos traspasaron la puerta y dejaron los cascos en un banquito que había en la entrada, el cual estaba destinado a ponerse los zapatos. No habían deshecho la unión de sus manos, por lo que caminaron juntos hacia el salón, en el que se encontraron con Margaret y su madre, ambas con cara de pocos amigos. Eso le hizo pensar a Liv que ni siquiera iba a cenar, porque esas dos parecían tener la munición cargada para atacarlos directamente.

 ¿Cuándo me ibas a decir que tenía una nieta? Preguntó Ángela en un tono exigente y malintencionado que a Liv no le gustó para nada.

 ¿No cree que no es el tono en el que hacer esa pregunta? Replicó ella con educación, ya que Adriel le apretaba ligeramente la mano y parecía como si se estuviera conteniendo en contestarle a lo que estaba diciendo, ya no sabía si por respeto o porque no quería que se formara una discusión.

 ¿Acaso ella te lo estaba preguntando a ti? Correspondió Margaret con desdén mientras que la miraba de brazos cruzados.

 No, pero creo que el tono de la pregunta es ofensivo y estáis teniendo una actitud demasiado defensiva ante un tema que ni les va ni les viene. Él tiene sus motivos y no tiene por qué compartirlos – contestó de nuevo educadamente Liv mirándolas a ambas.

 Será mejor que nos calmemos todos y nos sentemos. Dijo Héctor en tono calmante.

Madre e hija no estuvieron de acuerdo con lo que Héctor les dijo, no porque lo expresasen, pero su expresión facial lo decía todo, aquello no había acabado ahí ni en ese momento. Mientras que el padre de Adriel se sentaba el silencio reinó en el salón, pero se notaba que estaban las dos haciendo un esfuerzo titánico para que las palabras no salieran de su boca como si las estuvieran vomitando.

 ¿Por qué no nos dijiste que teníamos una nieta? Preguntó su padre en un tono conciliador y que parecía querer entender que era lo que había pasado y porque no se lo había dicho.

 Es que me parece una tremenda desfachatez que no nos lo hayas dicho que teníamos una nieta. El tono de la señora fue de lo más despreciable y desagradable posible, Adriel solo podía apretar mi mano conteniéndose en lo que quería decir.

 Pero habla y no te quedes callado. El tono de Margaret fue aún peor que el de su madre.

Adriel se puso en pie. Al alzar la vista ella pudo ver como su mirada se dirigía a ella.

 Vámonos. Pronunció en tono duro mientras que lo miraba, sabía que ese tono no era dirigido a ella, ya que en esos momentos la sangre le hervía en las venas.

Ella se puso en pie, porque tampoco quería pasar en ese lugar ni un solo segundo más. Aquello le parecía algo completamente injusto, no entendía porque lo atacaban. Eran personas con las que no había tenido contacto hasta hace poco y ella no entendía porque le reclamaban por algo que había pasado hacía unos años.

Continuara…

En esa situación ella se sentía demasiado incómoda, no porque le pillase de por medio, sino porque era una escena familiar lamentable. El padre de él en vez de amansar a las dos fieras se posicionaba a favor de ellas, no solo no frenando las acusaciones, sino exigiendo saber lo mismo que ellas. Si se quedaban aquello iba a acabar mal.

¿Dónde creéis que vais? No saldréis de aquí hasta no haber contestado lo que estamos preguntando.

Aquello hizo que Liv se detuviera en seco, apretó la mano de Adriel intentando contenerse y el muchacho al ver la expresión facial que ella tenía, sabía que esa mujer había despertado a una bestia dormida. Eso era lo que él quería evitar, que ella se enfadara, la mirada de ella cuando los ojos de ambos hicieron contacto le pedían perdón por lo que pudiera pasar.

¿Qué cree usted? Que por invitarnos a venir a cenar tenemos que contestar a sus preguntas groseras y malintencionadas.

¿Quién se supone que te crees tu para hablarle así a mi madre? Preguntó Margaret en tono acusatorio y condescendiente.

¿Quién se cree ella para obligarnos a contestarle a algo que no queremos contestar? Más bien no le importa.

¿Por qué no la habéis traído entonces? Preguntó Héctor.

¿Y que viera esta escena en vivo y en directo? Es maravilloso señor.

No le faltes el respeto a mi marido. Acusó la madre de Margaret levantándose del asiento.

Es usted quien se lo falta tratando así a su hijo y como siempre con esas acciones demuestran lo mucho que les importa Adriel su tono destilaba ironía en cada una de las palabras pronunciadas. Lo que deberían de hacer es no volver a contactar con él si van a seguir a la defensiva. No tiene por qué contaros nada que no quiera, ni daros explicaciones de nada, es adulto, no es ningún niño.

¿Tú permites que nos hable así?

La pregunta fue dirigida hacia Adriel, aquello la molestó más, pero el ligero apretón de manos que le proporcionó el muchacho, hizo que ella se quedara callada. En ningún momento la había mirado, cuando la mirada de Liv se dirigió hacia él solo miraba a su padre, con la mirada al frente y la cabeza alta.

 ¿Acaso ha dicho algo que sea mentira? Expresó molesto. Me estáis exigiendo saber algo que, realmente, no os interesa. Y es obvio donde te has posicionado, aunque espero que sepas lo equivocado que estas. Vámonos Liv.

Nada más decir eso y sin mirarla, se giró tirando un poco de su mano, ya que los pasos de él eran más largos que los de ella. Al salir por la puerta pareció relajarlo, porque se calmó y empezaron a caminar con sus cascos hacia la moto. Era momento de volver y pasar la noche con Adina.

Después de diez minutos, la joven notó como disminuía la velocidad y se apartaba del tráfico. Fue entonces cuando pudo darse cuenta de que habían parado en una especie de mirador, este se notaba muy deteriorado y parecía estar abandonado. La joven estaba siendo cuidadosa, porque al fin y al cabo ella era casi una extraña que había presenciado una discusión familiar y no solo eso, sino que había participado en ella.

Lo imitó cuando se bajo de la moto y se quitó el casco, él parecía realmente desconcertado, por lo que dio unos pasos hacia él. El joven notó como ella deslizaba sus dedos por su mano para poder tomársela, eso lo hizo ver que, de forma silenciosa, ella lo estaba intentando apoyar. Le devolvió el apretón, girando ahora su rostro y viendo que tenía los ojos bien abiertos y lo observaba. Para ella tampoco debía de haber sido fácil la situación en la que se había visto involucrada.

 Por raro que te parezca, esta ha sido la mejor reunión familia.

La risa de Adriel al decir eso la extrañó, porque no era algo que fuera gracioso, pero entendía que, si tenía problemas familiares, ese tipo de cosas eran normales para él. Ella no había tenido padres, no sabía si eso era algo normal o no, pero ella apostaría a que pasaba en mas familias de las que parecía.

 Ya que Adina está con la canguro, ¿te parece si vamos a cenar? – Preguntó mirándola a los ojos.

Si que podríamos ir. La joven sonrió, porque supuso que lo que querría era hablar con ella.

 

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No les apetecía ir a un restaurante, así que pasaron por un lugar de comida para llevar y pusieron camino hacia un merendero cercano. Iban andando así que no estaba lejos, apenas a unos minutos. Cuando miraron alrededor, había gente, pero todo el mundo estaba muy alejado del otro, así que tenían cierta privacidad. Adriel llevaba siempre una manta en el cajón de la moto, por lo que pudiera pasar, por lo que eso era lo que estaban usando de mantel.

¿Ellos siempre han sido así? Preguntó la muchacha.

No siempre, pero en vez de preguntar bien, siempre han exigido saber, pero en tono de pregunta. Esta vez fue de las peores y, no, no ha sido porque les has contestado.

¿Entonces? Ella tenía demasiada curiosidad por saber.

Porque no les gusta no tener el control, no soportan que tenga una hija y ellos no saber nada. De haberles contestado querrían que les dijera cosas que no me interesa que sepan, porque no les importa.

Ella comprendía que era lo que quería decir porque era difícil comunicarte con personas que constantemente te recriminaban todo. Eso era horrible y, por una parte, pensaba en si le hubiera pasado a ella de tener familia.

Bueno, eso es algo que a ellos no les corresponde saber y más exigirlo. Es la ventaja de no tener padres. La expresión de ella era indiferente, como no sabía que se sentía pues tampoco le importaba no tenerlos.

Tenerlos tampoco es una salvación. Recuerdo que una vez acabé en el hospital por un virus estomacal que me pegó fuerte y no podía comer. Me deshidraté y acabé ingresado. El tiempo que estaban allí lo hacían quejándose, las noches, cuando estaba solo, eran los mejores momentos.

Bueno, yo hace un año desperté en el hospital porque me di un golpe en la cabeza, estuve allí sola todas las noches, pero mi mejor amiga venía todos los días a hacerme compañía y me traía libros. Me dijeron que podía perder la memoria, pero no la he perdido, así que es una ventaja.

¿Cómo fue? Pese a la pregunta no parecía haber sorpresa en su rostro.

¿Te has dado cuenta de que en la floristería no tengo en las estanterías altas nada colocado por encima de mis ojos? Al asentir ella decidió continuar. Antes tenía los recipientes de las flores frescas en las baldas superiores y se me cayó una encima cuando la estaba colocando.

 Debió de ser duro. contestó más por el haberlo tenido que pasar sola que por la experiencia.

 Continuara…

miércoles, 21 de febrero de 2024

Entrevista a Andrea M.G.

Hoy os traemos una entrevista a una autora a la que dedicamos una reseña doble de su primera y, por ahora, su única novela. Os presentamos a Andrea M.G., una autora primeriza, graduada en estudios ingleses y con un máster de la misma materia y, que aspira a convertirse en bibliotecaria, por supuesto que sin renunciar a su pasión de escribir.

Os dejamos el enlace de la reseña que hicimos en su día de su novela «Ágape» y que podéis adquirir a través de la plataforma Amazon en sus tres versiones: Tapa blanda, tapa dura y la versión digital.

Reseña: «ÁGAPE» DE ANDREA M.G.

Y sin más dilación, aquí os dejamos la entrevista:

Pregunta: ¿Quién es Andrea M.G.?

Respuesta: Soy una escritora LGBT+ que se llamó a sí misma como tal hace más bien poquito. Nací en un pequeño pueblo de Almería, un sitio donde alguien como yo no es que estuviera mal visto, sino que directamente no se visibilizaba porque eso «no existía». Ojo, no hablo del siglo pasado, que todavía estoy en mis veintes 😉.

    Por decir algo más de mí como escritora, soy lingüista de carrera, lo cual me ha influido mucho a la hora de escribir (no tanto de imaginar), además de una sáfica muy descontenta con la oferta LBT del mercado editorial, lo cual es una combinación explosiva.

P: ¿Qué es la literatura para ti?

R: Por lo que he dicho antes, se puede intuir que es mi vida y todo gira alrededor de ello. Me encanta leer, no soy nadie si no escribo y hasta estoy peleando por un puesto de bibliotecaria, pero… tengo que confesar que los audiolibros no son lo mío.

P: ¿Cómo y cuándo te iniciaste en la escritura?

R: Mis pinitos de escritora empezaron en la ESO, cuando mi profesora de lengua me animó a ello. Todavía tengo mi primer Word, pero eso es confidencial porque da vergüenza ajena. También era (y soy) una persona bastante tímida, me expreso mejor escribiendo, así que empecé a hacerlo por eso y por sacar lo que llevaba dentro. Desde entonces, no he parado.

P: ¿Has tenido algún autor o alguna persona de tu día a día que te haya impulsado a escribir?

R: En orden cronológico, a riesgo de repetirme, primero mi profesora me lanzó a la boca del lobo y me enganché. Le perdí la pista, pero se lo agradezco a diario y me acuerdo de ella cuando escribo la palabra «desarrollo». En la ESO la escribía con « ella me lo regañaba mucho hasta que aprendí, y así con mil grafías más.

Luego está mi hermana. En la adolescencia, cogíamos libretas y escribíamos historias a mano juntas. Fue parte del proceso y me ayudó mucho a averiguar qué quería escribir. A día de hoy, escribimos por separado porque no tenemos los mismos gustos, pero seguimos corrigiendo mutuamente nuestros proyectos.

Por último, está la mujer de mi vida. Antes de conocerla, les faltaba una chispa especial a mis historias porque hablaba de amor o de las relaciones entre chicas sin tener idea sobre ello. Desde que llegó ella, mis palabras tienen color y me inspira a ser mejor en todos los aspectos, incluida la escritura.

P: ¿Cuáles son tus gustos literarios?

R: Por irónico que parezca porque escribo romántica y fantasía, disfruto muchísimo del thriller y me dan pereza CASI todas las novelas de romance, en especial si no es sáfico. El thriller te despista, pero en el romance es muy fácil caer en el cliché. Con la imaginación que tengo, me gusta que una trama me sorprenda.

P: Si tuvieras que elegir un libro que leerías una y otra vez, ¿cuál sería?

R: Si puedo elegir dos que son parte de la misma historia, la bilogía de Malice. Si solo puedo elegir uno, «El descanso del Minotauro».

P: ¿Qué se siente al tener en a mano tu libro?

R: El caso es que todavía no me lo termino de creer, aunque se estrenó en julio, así que dentro de lo que no sé definir… mucho orgullo por ver culminar dos años de trabajo y que sea bien recibido.

P: ¿Qué es lo que más te gusta de ser escritora?

R: Pensar en lo que pueden sentir quienes leen mi historia. Es cierto que, como escritora, no pienso al escribir en lo que quiere el público, sino lo que quiero contar, pero cuando me llegan mensajes diciendo «esta parte ha sido alucinante»«te mataría porque has hecho esto», sonrío porque lo viven tanto como yo al escribir y creo que transmitir algo así es bonito.

P: ¿Qué esperas conseguir en el mundo literario?

R: Mi huequito como escritora LGBT+ y aportar mi granito de arena, nada más. El mercado editorial es especialmente cruel con las historias sáficas, no venden, o eso nos quieren hacer creer porque mirad cuánto éxito tiene «Los siete maridos de Evelyn Hugo». La realidad es que casi nadie apuesta por ello y, quienes lo hacen, no son las editoriales que te pueden convertir en best-seller con un marketing que cuesta miles de euros. No sé si es triste o realista pensar que nunca voy a conseguir algo así, pero, más que al éxito, apunto a sentirme realizada con lo que hago.

P: ¿Qué significan para ti tus lectores?

R: Significan todo. A riesgo de soltar los clichés que tanto odio, no soy nada sin mis lectores. Si no tienes a nadie que lea tus palabras, ¿qué significado tiene escribir para el público? Quienes me hacen crecer son las personas que me leen, que me recomiendan, quienes me mensajean cosas buenas y cosas que mejorar. Son tanto o más importantes que la historia en sí misma y quién la escribe.

P: ¿Quiénes han sido los que más te han apoyado?

R: Mi familia (en especial mi hermana) y mi novia. Son quienes han estado ahí en todo el proceso. También Vuelo de Cuervos al darme un espacio aquí, por el cual estoy muy agradecida.

P: En tu biografía dice que antes dedicabas tu tiempo a diversas actividades, pero una en específico me llamó la atención especialmente una cuestión, ¿qué significa para ti ser escritora y una futura bibliotecaria?

R: Una bendición y una maldición. La clave está en eso de «futura», porque todavía no lo soy, estoy de oposiciones y ahora no tengo tanto tiempo o energía para escribir lo que me gustaría. Por el momento, me hace elegir según qué día hacer una cosa u otra porque no me da el tiempo para las dos y descansar el cerebro adecuadamente. Me gusta escribir cosas de calidad y eso no se puede hacer cansada y pensando en las etiquetas del formato MARC o en leyes. Aun así, me encanta el camino que he escogido, incluso si a veces no se puede con todo.

P: ¿Qué ha significado para ti escribir «Ágape»?

R: Un antes y un después en mi desarrollo como escritora. Por un lado, es lo más complejo que he escrito hasta la fecha, de ahí que haya tardado tanto y sea más autoexigente con mis proyectos actuales (es decir, no puedo escribir algo «peor» después de esto, sino algo igual o mejor).

         Por otro, es la primera vez que me atrevo a publicar. ¡Y autopublicar, ni más ni menos, que tiene más trabajo! Hasta ahora, no me había considerado tan buena como para dar este paso, pero publicar «Ágape» me ha hecho un poco más valiente.

P: Para ti, ¿cuál sería la mejor forma en la que podrías resumir «Ágape»?

R: Una vorágine de sentimientos y situaciones extremas que no dejará indiferente a nadie, y con rollo bollo.

P: ¿Cómo te has documentado para esta novela?

R: Ha sido una carrera de fondo porque, en realidad, he aplicado conocimientos que tengo desde bachiller hasta mi segundo máster. Di clases de griego y de literatura clásica que, sin duda, me han influido por las lecturas y el conocimiento general y de cómo se construye un drama clásico o el camino del héroe.

         Otras cosas han sido más cuestión de buscar información en bases de datos, repositorios, Google Scholar y seguir leyendo, aunque el material sea un poco más infumable. La parte fácil de internet ha sido consultar de nuevo los mitos, que siempre me han parecido fascinantes.

P: ¿Él tema mitológico y sáfico es algo de lo que siempre has querido escribir?

R: Desde que me presentaron a Medusa, sí. Una parte muy importante de la mitología es que se transmitía oralmente mucho antes de ser escrita y, además, no nos ha llegado ni una cuarta parte de todo el material. Esto hace, como en el caso de Medusa, que la historia se cuente de varias formas, lo cual menciono también en «Ágape».

         De ella decían que había seducido a Poseidón, igual que decían que había sido violada porque no quería al dios, y yo pensé: «¿y si no quería al dios porque amaba a las mujeres? La homosexualidad no era tan rara en la antigua Grecia», y pum, me cayó la historia encima como un balde de agua fría. Tuve que escribirlo.

P: ¿Tienes algún nuevo proyecto en marcha?

R: Si, pero eso es top secret por el momento.😉

Por último, darte las gracias por contestar estas preguntas y por sacar tiempo para contestarlas.

Fotos: Noelia MHS

Entrevista realizada por Noelia MHS

viernes, 16 de febrero de 2024

El Barón Rojo: Manfred von Richthofen

Manfred von Richthofen, el Barón Rojo. Fuente: Wikipedia

¿Quién fue el Barón Rojo?

El Barón Rojo fue el apodo de una leyenda de la aviación alemana, uno de los mejores pilotos durante la Primera Guerra Mundial, en realidad se llamaba Manfred von Richthofen. Es considerado uno de los mejores pilotos de todos los tiempos ganando un total de 80 victorias en batalla durante la guerra. A parte de su destreza en la aviación, también era un líder nato y muchos de los pilotos alemanes lo admiraban.

Un poco sobre sus primeros años de vida

Manfred von Richthofen nació el 2 de mayo en Breslau (Prusia) en 1892. Era hijo de una familia aristócrata de renombre. Su hermano menor con quien siempre estuvo muy unido se llamaba Lothar von Richthofen (1894-1922), quien también fue un As con 40 victorias a sus jóvenes espaldas, sirviendo junto a su hermano en el Escuadrón Alemán 11. Éste murió en un accidente aéreo.

El Barón Rojo de pequeño era un niño muy aplicado y curioso. Tenía un gran interés en los aviones y sus padres siempre lo apoyaron en su pasión por la aviación. En su tiempo libre le gustaba montar a caballo, hacer esgrima y pasear con sus amigos. Se interesó por la aviación desde una edad temprana y a los 9 años ya pilotaba una cometa a motor. A la edad de 11 años, ayudó a reparar una avioneta de su primo y a los 14 años ya estaba tomando clases de pilotaje.

Al principio, fue un soldado de caballería en el ejército alemán. Al igual que sus colegas de la época, fue entrenado como oficial de caballería, y sirvió en este cuerpo militar durante los primeros años de la Primera Guerra Mundial. Sin embargo, pronto dejaría la caballería por la aviación.

 
El Barón Rojo. Fuente: lavanguardia.com

Condecoraciones

Ganó varias condecoraciones a lo largo de su carrera como piloto de caza. Durante la Primera Guerra Mundial, fue condecorado con la Cruz de Hierro de primera clase de Prusia, que era una de las más altas condecoraciones del país. Igualmente, también fue condecorado con la Cruz de Hierro de segunda clase del Imperio austrohúngaro. Además, también fue merecedor de la Pour le Mérite, que era la condecoración militar de mayor rango en el imperio alemán. Otra condecoración importante fue la del Orden del Águila Roja.

 
Pour le Mérite. Fuente: Wikipedia 

 
Manfred. Tarjeta postal de 1917. Fuente: Wikipedia

Los aviones

El avión del Barón Rojo, el Fokker Dr.I, era rojo porque él mismo lo pintó de ese color. Es probable que lo hiciera para que su avión fuera más llamativo en el campo de batalla, ya que era difícil de ver. Aparte de ser un gran piloto, también fue un gran estratega, y es probable que el color rojo de su avión lo ayudara a lograr una ventaja sobre sus oponentes, aunque son sólo hipótesis.

Pilotó varios aviones durante la Primera Guerra Mundial, pero su avión favorito y con el que se hizo más popular fue el ya mencionado, el Fokker Dr. I. Era un avión muy ágil y maniobrable, y le permitía realizar maniobras audaces y ataques rapidísimos, lo que le ayudó a conseguir muchas de sus 80 victorias. Aparte de su Fokker Dr.I, el Barón Rojo pilotó otras aeronaves como el Fokker Eindecker y el Fokker D.VII.

El Circo Volador era el sobrenombre dado a la Jasta 11, una unidad de pilotos alemanes dirigida por él. Esta compañía de pilotos fue una de las más famosas de la Primera Guerra Mundial, y sus pilotos volaron misiones de apoyo a las tropas alemanas en el frente occidental. El circo Volador era conocido por sus maniobras audaces y letales, y el Barón Rojo era su líder indiscutible.

Fokker Dr.I. Fuente: academiaplay.es

La leyenda

Era conocido por ser muy caballeroso; era educado y amable con sus hombres, y se preocupaba por su bienestar. Además, también era muy respetuoso con sus oponentes en combate y nunca los menospreciaba. Se dice que él sólo quería derribar aviones, no hombres. Aunque otras fuentes aseguran lo contrario y dicen que era un sanguinario aviador que sólo buscaba acumular los trofeos de sus víctimas, como, por ejemplo, trozos de avionetas caídas.

Fuente: irreductible.naukas.com

Fallecimiento

Falleció a la edad de 25 años cuando su avión fue derribado en combate en la mañana del 21 de abril de 1918. Hay diferentes interpretaciones sobre su muerte, pero la teoría más común es que fue derribado por el piloto canadiense Roy Brown y su avión se estrelló contra el suelo y explotó. Algunas fuentes muestran que el Barón Rojo fue derribado y murió cerca de Vaux-sur-Somme, en el norte de Francia. Igualmente, otros reportes muestran que él fue derribado y murió en el canal de la Mancha, lo que es un tema de discusión y debate entre los historiadores y amantes de la aviación

Fue enterrado por sus adversarios en el cementerio de la aldea de Bertangles, cerca de Amiens, con todos los honores militares. Su despedida se realizó con mucho respeto incluso por quienes fueron sus enemigos. Los soldados cubrieron su ataúd de flores, que fue llevado en hombros. Después presentaron armas y dispararon tres salvas en su honor. En el mismo lugar donde cayó, escribieron el siguiente epitafio en su lápida:

«Aquí yace un valiente, un noble adversario y un verdadero hombre de honor. Que descanse en paz.»

Autobiografía

El Barón Rojo escribió una autobiografía que se llama «Der Rote Kampfflieger» (en español: «El piloto de combate rojo»). Esta autobiografía es una fuente de información valiosa sobre su vida y su carrera, y se considera una de las más importantes obras sobre la vida de esta figura histórica.

Bibliografía

-        «Der Rote Kampfflieger» (El Piloto de Caza Rojo), que fue su autobiografía.

-       «The Bloody Red Baron», de Jim Long.

-        «The Red Baron of the Western Front», de Peter Edwards.

-        «The Red Baron», de John Weal

-        «The Red Baron, Man, Legend», de Manfred Göring

-        «El Barón rojo», de Eduardo Caamaño

Artículo escrito por Victoria Sastre Sastre