viernes, 26 de mayo de 2023

Serendipity

Habían acordado quedar cuando pudieran para poder contarse todo lo que necesitaban saber el uno del otro. La mayoría de las veces estaban en la floristería y él la ayudaba a hacer los arreglos.

Cuando tenía doce años mi padre se casó con la madre de Margaret que, en aquel entonces, tenía ocho años. Mi padre, por contentar a su madre la consentía demasiado, para ambos yo siempre era el problemático, simplemente porqué me negaba a consentirla y me obligaron a hacerle todos los caprichos. Él se lo estaba contando mientras que hacía una corona de flores para un tocado de novia.

Supongo que ella era incluso más insufrible que en case. Aquello no fue una pregunta, fue una completa afirmación.

Yo salí del instituto antes de que ella entrara, así que no puedo decirte exactamente si era así o no, eso solo lo sabes tu.

En eso llevas razón.

Durante unos minutos después de aquello último ambos se mantuvieron callados al estar concentrados en lo que estaban haciendo, que era cerrar las coronas de flores. La conversación se reanudó cuando terminaron de ello.

Los últimos momentos que estuve en casa, tenía que ir todos los días a recogerla. Daba igual lo que estuviera haciendo o lo que tuviera que hacer. Hasta que un día me cansé y me fui de casa.

¿En aquel entonces ya hacías este trabajo?

Habían acordado poder hacer las preguntas que quisieran sin ningún tipo de tabú. Si querían simular ser una pareja era lo que debían de hacer o, por lo menos, saber lo que necesitasen. No eran necesarios, por ejemplo, secretos íntimos y esas cosas.

En aquel entonces formaba parte de una agencia de acompañantes de eventos. Fue allí donde conocí a la novia que tuve hasta hace tres años. El problema era que para complacer a mis padres a veces tenía que irme en medio de las citas y eso hizo que me echaran. Fue ahí cuando formé mi agencia.

Bueno, siempre es mejor trabajar para uno mismo, no tienes un jefe que te haga hacer cosas injustas, tu te organizas y no hay mayor problema.

¿Por eso decidiste tu montar tu floristería? Preguntó el muchacho con bastante curiosidad.

Algo así.

La joven se levantó y fue a un minifrigorífico a sacar dos botellas de café preparado. Al volver, dejó una de ellas enfrente de su acompañante y ella volvió a sentarse.

Nada mas terminar la carrera, me contrataron en una empresa. El jefe era un explotador y un adicto al juego. Para poder costear su adicción. Aceptaba todos los trabajos y solo trabajábamos mi compañera y yo. Había veces que incluso nos quedábamos en la trastienda trabajando y cuando nos sentíamos demasiado cansadas nos turnábamos para dormir en un colchón hinchable.

Lo que ella le estaba contando le pareció algo bastante duro y le dio curiosidad sobre porque aguantaba tanto en ese trabajo en vez de buscar uno mejor.

¿Por qué seguiste bajo esas circunstancias?

Bueno tenía prestamos de estudios que pagar, una habitación alquilada y  lo necesitaba, pero llegado el momento la chica y yo casi que vivíamos allí y dejé la habitación que alquilaba, unifiqué los préstamos de estudios y la cuota era menor y en poco más de un año él estaba tan desesperado que puso a la venta la floristería y esta chica y yo la compramos. Posteriormente, yo compré la parte de ella. No me fue difícil conseguir clientes, los antiguos clientes de él venían. Poco a poco mi préstamo se pagó me compre un piso en el edificio y aquí estoy.

No me extraña que te quedaras con la clientela, veo lo que haces y eres toda una artista. Bueno no se nace sabiendo y lo mío me costó llegar hasta donde estoy La joven intentaba ser modesta en cuanto a lo que decía.

¿Durante todo ese tiempo tus padres no podían ayudarte? 

En cuanto preguntó aquello supo que algo no iba bien debido a la expresión que se alojó en el rostro de la muchacha. Él no podía describirla, pero sabía que algo malo tenía que haber pasado con sus padres para que su reacción hubiera sido esa.

Bueno según me contaron mi madre me dejó en la puerta de un parque de bomberos. Sé que fue ella porque las cámaras grabaron la espalda de una mujer. Nunca me ha interesado saber quién era ella o quien era él, no me importaba en lo mas mínimo. Ahora lo pienso y para cuestiones de índole médica estaría bien saber quiénes eran por las enfermedades genéticas y eso, pero no querría conocerlos.

¿Nunca has tenido curiosidad?

Cuando era una niña, soñaba que mi madre se arrepentiría y vendría a por mí, pero no iba a pasar y tampoco me adoptaron nunca. Aprendí a valerme por mi misma a esforzarme lo máximo para conseguir una buena beca para la universidad, aunque cedí mi beca a una persona que lo necesitaba más que yo.

¿Cómo que lo necesitaba más que tú? Preguntó el muchacho algo confuso porque le parecía algo increíble que alguien pudiera necesitarlo más que ella.

Bueno una compañera de clase tenía unos padres sumamente controladores que la maltrataban y manipulaban bastante. Ella solo podía ir a la universidad solo si hacía la carrera que ellos querían y ella no quería hacerla, pero no veía salida a ello así que le cedí mi beca. Yo sabía que podía pagármelo trabajando, así que no me dio pesar dársela.

Otra persona no hubiera dado lo que le ha costado obtener con su esfuerzo.

Bueno yo no soy como esas personas

Ella se queda bastante tranquila y él sonríe al escucharla decir aquello, pensando en que ella era completamente diferente a todas las personas que había conocido.

Continuara…

viernes, 19 de mayo de 2023

Hemeroteca del miedo 7: Esa pequeña manía de acaparar objetos

 

James Burns, de 44 años y coleccionista de objetos relacionados con Star Wars, posa con parte de su colección en Londres. 

Existe una línea divisoria muy difusa entre pasar por un comprador compulsivo de cosas innecesarias y ser coleccionista. Cada vez que adquiero un nuevo comic para, como marca la tradición, quedar relegado al rincón de lecturas pendientes, me digo a mí mismo que existen cosas peores que esta manía, como la droga o robar. Desde luego que sí, y sobre todo trato de convencerme de que aún me queda margen para peinar canas, aunque en mi caso sean las de la barba, como uno de esos sufridores del mal llamado síndrome de Diógenes. Entiendo que mal llamado porque el tal Diógenes, todo un lumbreras del siglo IV a. C. a quien apodaban el Cínico, sentía un profundo desprecio por la acumulación de bienes materiales, o eso dice San Google. No, desde luego que lo mío dista mucho de ser un trastorno, es una inversión —esto es lo que suelo decir en casa cuando aparezco con otra de esas cosas superfluas para el resto de los comunes mortales—. Total, si hay personas que coleccionan sellos, monedas, juguetes, tazas o incluso insectos disecados, ¿acaso mi pequeña manía ha de despertar mayor aversión que estas otras? Lo cierto es que este planteamiento de poco o nada me sirve cuando trato de hacer entender a quienes me rodean sobre esa necesidad, mal confundida con adicción, de colmar mis estanterías con los lances engrapados de un puñado de justicieros enmascarados. ¿Acaso no sería más descabellado coleccionar huesos de nuestros congéneres como el aquel tipo que vi en televisión en uno de esos dating show meses atrás? 

«Sí, estoy fatal», reconocía Esauel con su porte de Drácula de Coppola ante la atónita mirada de Elena, su cita, al saber que coleccionaba cráneos humanos. «¿Qué te ha pasado para coleccionar esto?», preguntó ella, una chica gótica, con su vestimenta dark y sus tatuajes, que al parecer se topó con la horma de su zapato. «Es como la joya de la corona para mí que hago taxidermia y colecciono huesos. Tengo un congelador lleno de cadáveres de animales donados», presumió el zagal. Al terminar la exposición, Elena tuvo claro que, de empezar una relación con él, tendría que pasar por años de terapia.

 
Esauel, el coleccionista de huesos, durante su paso por First Dates.

Pobre e incomprendido Esauel, ya no puede uno ni coleccionar esqueletos sin despertar cierta animadversión. ¿Acaso Elena desconocía que hasta el mismísimo rey Felipe II reunió cerca de 7.422 huesos de santos —y no me refiero precisamente a las famosas delicatessen de mazapán—, una de las mayores colecciones del mundo? Quién sabe, quizá la joven gótica se habría sentido más dichosa de haberla pretendido en vida el famoso doctor Fukushi Masaichi, al compartir ambos devoción por los tatuajes. Claro, podréis pensar que esto tampoco resulta nada novedoso hoy día, pues tatuarse es para muchos, más que una moda, una filosofía de vida. Sin embargo, el doctor Masaichi llevó su estigmatofilia mucho más allá, pues él Jamás se decidió a grabar su piel, sino que acaparó a lo largo de su vida toda una auténtica colección de tatuajes del prójimo al más puro estilo de Ed Gein, aunque de una forma más políticamente correcta. No, no penséis que se dedicó a despellejar congéneres o a profanar sus tumbas, pues la piel tatuada la obtenía de cadáveres donados. De esta manera, debido a que su afición llegó a ser muy conocida, era avisado cuando fallecía algún tatuado y este se pasaba directamente por la sala de autopsias para extraer la piel. Se dice que llegó a contar en su haber con más de dos mil muestras de piel y tres mil fotografías. Tal fue la repercusión de este hombre que hasta llegó a ser entrevistado por la revista Life.

 
Algunas fotos del doctor Masaichi con su colección de tatuajes.

Aunque para colección única la del médico alemán Gunther von Hagens. El llamado Doctor Muerte —no confundir por su apodo con el asesino británico Harold Shipman o el supervillano de los comics— nació en Alemania en 1948, estudió Medicina en las universidades de Jena y Heidelberg hasta que a mediados de los años 70 trabajó como colaborador científico del Instituto de Anatomía y Biología de esa última ciudad. Von Hagens entonces comenzó a desarrollar singulares experimentos que lo condujeron crear el proceso de plastinación, un método de preservación de material biológico que consiste en extraer los líquidos corporales, como el agua y los lípidos, por medio de una solución de acetona fría, para luego sustituirla por una sustancia plástica endurecible. El resultado es un espécimen que preserva la complejidad de los huesos, músculos, nervios, vasos sanguíneos y órganos.

Más allá del interés académico que pueda despertar esta técnica, donde el doctor alemán adquirió gran fama internacional fue gracias a su exposición itinerante llamada «Köerperwelten» o «Bodies, the exhibition» (Cuerpos, la exhibición), un fenómeno mediático en cada ciudad en la que se monta. De hecho, desde la primera exposición, realizada en la ciudad alemana de Pforzheim en 1988, más de siete millones de personas han visto la muestra.

 
Gunther von Hagens divirtiéndose con su colección de cadáveres.

Pues si por un momento pensáis que esto es lo más raro que alguien puede llegar a coleccionar, atentos a la colección del historiador Sigurdur Hjartarson, quien desde 1970 se dedica a coleccionar objetos fálicos. El hombre explicó que todo comenzó con una broma y su interés por hacer algo que nunca nadie antes había hecho. Una extravagancia que actualmente lo ha llevado a dirigir, nada más y nada menos que «La Faloteca islandesa», un espacio emplazado en Reikiavik, Islandia, por el que pasan anualmente unos 50 mil turistas de todo el mundo. La insólita colección está compuesta por unos 300 penes de 90 especies de mamíferos marinos y terrestres, piezas que se exponen como trofeos de caza, disecadas, embalsamadas o conservadas en formol. En el museo Falológico se pueden contemplar aparatos reproductores de machos de todo tipo: desde el micropene de un hámster, de unos 2mm, hasta el de un cachalote, con 70 kilos de peso y 1,7 metros de largo. También se exponen representaciones de los supuestos falos de seres mitológicos nórdicos, como trolls, elfos y duendes. En 2011, un hombre decidió donar, antes de morir, su miembro de manera íntegra -el museo ya contaba con un prepucio y dos testículo- para completar la fálica colección, con la pieza faltante: un pene humano.

 

Sigurdur Hjartarson, el hombre de los 300 penes.

Sin embargo, no quiero hacer de este artículo una oda a lo macabro, tan habitual en mí, ya que existen otros muchos coleccionistas que no hacen de lo tétrico, o más bien lo que se entiende como tétrico por el común de los mortales, su forma de vida. Tal es el caso de la británica Lisa Courtney y su colección de Pokemon, más de 20.000. Y es que esta muchacha se tomó en serio el estribillo de la famosa cancioncilla: hazte con todos.

Lisa Courtney, la mujer de los Pokemon.

Madre mía, ni un alma cabe en esas habitaciones con tanto peluche, y si no mirad las fotos y juzgad vosotros mismos.

Pero hay muchas, muchísimas colecciones insólitas:  como la de Becky Martz, una mujer que lleva casi 21.000 pegatinas de plátano de todo el mundo que ha coleccionado durante 30 años; o Graham Barker, australiano, conocido por coleccionar desde 1984 pelusas de su propio ombligo —sí, habéis leído bien—; Laurei Brokenshire, un fanático de los rompecabezas que ha tenido que construir una extensión junto a su casa para guardar su enorme colección: 10 000 rompecabezas o el británico Marco Zorzin quien cuenta con el récord Guinness al poseer la colección más grande de objetos de Superman con casi 2000 artículos valorados en unos 30.000 €.

El señor Zorzin posando orgulloso con algunos elementos de su super colección.

Y, como no podía ser de otra manera, los famosetes tampoco se quedan a la zaga en esto de juntar cosas: como el caso del actor Carlos Areces, protagonista de películas como Balada triste de trompeta y series como Muchachada Nui, quien confesó en el programa Cuarto Milenio su pasión por «el coleccionismo antiguo» y «la fotografía Post Mortem» (fotografías de cadáveres), que fue una práctica habitual desde el s. XIX hasta el primer tercio del XX; Ozzy Osbourne que relató en su biografía I Am Ozzy su amor por los vestuarios y banderas nazis, afición que terminó cuando su esposa, Sharon, de ascendencia judía, se lo exigió en una borrachera, lo que llevó al cantante a regalar su tesoro a su colega Lemmy Kilmister, líder de Motörhead; también tenemos a Johnny Depp, al que le ha dado por coleccionar barbies, se dice que tiene miles en su haber y algunas de edición limitada, o Tom Hanks, quien posee 250 máquinas de escribir.

En fin, ya me despido de vosotros porque se me echa el tiempo encima. Acabo de recordar que hoy es el día en el que sale a la venta el siguiente número de la colección Héroes y villanos de DC, y quiero pasar por mi tienda de comics antes de que echen el cierre; una costumbre quincenal de la que mi familia debe sentirse orgullosa, pues de momento no me ha dado por coleccionar otro tipo de cosas raras como huesos, cadáveres disecados ni pedazos de piel humana… de momento.

Fuentes: infobae.com, ABC.es, hola.com, huffingtonpost.es, que.es, elespectador.com, elpais.com
Fotos:
buzzfeed.com, mundosuperman.com, wix.com, rtve.es

Artículo escrito por Pablo C. Millán

miércoles, 17 de mayo de 2023

VUESTRAS RECOMENDACIONES: Descenso al Infirno (Daniel Piniella)

 
Descenso al Infierno (Daniel Piniella) 

Sinopsis de la obra:

"Amo a mi mujer y por eso tengo que matarla.
Sé que suena duro; lo es. Sé que suena psicótico; posiblemente lo sea.
No soy un mal tipo, no se crean, más bien me considero bueno, al menos con la gente que aprecio. No soy de esos malnacidos que maltratan a sus esposas. Jamás le he puesto la mano encima a ninguna. Tampoco le he sido infiel y, que yo sepa, tampoco me lo ha sido ella.

Sin embargo, tengo que matarla.
No, no penséis que estoy celoso, que la odio o intento vengarme. No se merece que la ajusticie, pero alguien tiene que hacerlo.
No sé cómo te llamas, si eres hombre o mujer, solo sé que si estás leyendo esto, corres un grave peligro. Lo he escrito porque necesito contarlo, porque alguien tiene que saber la verdad. Pero antes tengo que pedirte que apartes de ti estas páginas, que des media vuelta, te dirijas a la estantería y elijas otro libro."

Descenso al infierno, un frenético thriller sobrenatural, heredero de los mejores relatos de terror de Poe. Un libro que nos recuerda que los mayores horrores están dentro del ser humano.

Descenso al infierno ganó el Premio Microedición de Oro de la Editorial Fanes a la mejor novela de terror.

El público ha dicho:

«No sólo está bien escrito y tiene un ritmo trepidante y envidiable, también logra conmocionar como esperarías de un Stephen King. » Pedro Jaén

«Frenético, violento y divertido. El libro es ameno y fácil de leer. Tiene una historia frenética con capítulos cortos que incitan al, un capítulo más. Violencia y destrucción a espuertas con un humor muy peculiar.» Enrique Von

«Una novela de terror contada por un narrador loco que recuerda mucho a los de Edgar Allan Poe. No sólo te envuelve en una atmósfera de misterio y locura, sino que además el libro fluye con velocidad y toca temas profundos». Henar Iniesta.

«Me ha encantado. Te mantiene en intriga hasta el final. Es de esos libros que empiezas a leer y no puedes parar. Una extraordinaria novela de terror que a la vez es divertida y amena». Mariam García.

«Fascinante. Descenso al infierno es probablemente uno de los libros de terror que más me ha cautivado últimamente. La escritura del autor te envuelve y te engancha desde la primera página.» Sara Martin.

Descenso al Infierno (Daniel Piniella)

Ficha técnica:

Autor: Daniel Piniella
Título: Descenso al Infierno
Editorial: Fanes
Idioma: Castellano
Número de páginas: 240 páginas
Encuadernación: Tapa blanda/Tapa dura
Dimensiones: 15.24 x 1.55 x 22.86 (Tapa blanda)
                          15.24 x 2.01 x 22.86  (Tapa dura)
ISBN-13: 979-8515179304

Enlaces de compra:

https://www.amazon.es/dp/B08VHLHS43 (Amazon)

Ficha nº18: Descenso al Infierno (Daniel Piniella)