Un artículo de Lorena
Gil Rey
Mientras escribo este
artículo me acuerdo de Lexa. De todo el ruido que hicimos con ella por su
muerte, con el engaño que supuso el habernos mantenido como audiencia fiel para
darnos una estocada que no fuimos capaces de ver por ningún lado hasta que ya
fue demasiado tarde. Y me acuerdo de ella porque sigue siendo la base
fundamental de esto que estoy escribiendo.
Hace
meses que no visito el blog para dejar nada, creo que lo necesitaba hacer dadas
las circunstancias. Este lugar no es solo para dar visibilidad a la literatura,
también lo es como ventana a poder expresar lo que sea necesario en cada
momento y así lo estoy haciendo.
No
es necesario enrollarme mucho más con el inicio, pero veía necesario poneros en
contexto.
El
título casi lo dice todo.
Voy
a hablar primero como espectadora, después como escritora.
He
decir, como seguidora de series que tienen personajes LGBTQ y mujer lesbiana
que soy, y que está fuera del armario empotrado desde hace más de dieciséis
años, que me siento harta e indignada con cómo se tratan las tramas de
lesbianas en las series españolas (no voy a hablar del resto del mundo porque
saldría un artículo demasiado extenso y no creo que sea necesario). Os voy a
poner en la situación de dos series, una es Acacias38 y la otra Amar es para
siempre; hablemos de esta segunda en primer lugar; pido disculpas si se me pasa
algo, pero no es una trama que haya seguido con constancia así que puede que
muchos detalles se me escapen, pero la base es la que es. En Amar (lo llamaré
así a partir de ahora), ambientada en 1977, nos presentaron a Luisita y Amelia,
dos mujeres que se enamoran, con sus idas y venidas, que si te como, que si no
te como, que si me quiero frotar la cara contigo, que si he perdido la llave
del armario…, pero oye, que ahí estuvieron, enamoradas hasta las trancas,
defendiendo sus sentimientos y peleando por encima de todo, hasta que la
relación se fue a la mierda, porque sí, porque siempre es necesario en las
tramas de lesbianas que ninguna relación salga medio decente ¿para qué? Quisiera
poder entenderlo, pero no puedo. La cosa es que hemos tenido que leer que es
que Luisita se “SENTÍA” homosexual, vamos que hoy me siento lesbiana, mañana gorrión
y pasado un árbol… ¿Hasta qué punto afecta esto? Hasta el punto de que meten a
un hombre por el medio y ahora de repente Luisita explora su bisexualidad
cuando SIEMPRE dijo que ella jamás había sentido nada por los hombres; así,
como quien no quiere la cosa de pronto buscan una excusa para dar una representación
que ni es real, ni lógica, pero sí innecesaria. Se ha conseguido, con esta
serie, cuando ambas mujeres se separan, que se haga un spinoff, y ahí está en A3player
series, eso sí, pagando. Es decir, han hecho una serie de ellas dos, ambientada
en el ahora, pero no se emite en abierto, debes pagar para ver como dos mujeres
pueden amarse sin necesidad de echar manos de clichés, ellas simple y
llanamente. Y ahora, con el estreno de su propia serie, a su vez, sigue Amar,
que mientras Amelia está en París, Luisita quiere explorar con el hombre que le
han puesto, explorar como quien explora una cueva prehistórica, porque eso
significa la trama que nos están metiendo, PREHISTORIA. Es decir, parece ser
que el lesbianismo queda cancelado de pronto cuando a un guionista le da por
crear drama y qué mejor forma que metiendo un hombre de por medio, para
cuestionar hasta si la prota se llama Luisita, que es que solo falta eso; es
decir, tengo que entender que yo, como lesbiana, tengo la necesidad intrínseca
de estar con un tío porque sí, porque soy mujer y me tengo que reproducir. Me
vais a perdonar, pero yo lo único que quiero reproducir son las listas que me
he creado en el Spotify. Por otro lado, es que, además, nos tomáis por idiotas
y queréis hacer creer al mundo que, aún sabiendo que nuestros gustos hacia el
mismo sexo son 100% reales y seguros, se van de un día para otro porque entra
un hombre en escena. Mira de verdad, es que estoy como los bancos, que no doy
crédito.
Bueno,
ahora hablemos de Acacias38 o Acacias. Basada en 1914, nos presentan a Camino y
a Maite. Dos mujeres dispuestas a luchar por su amor, a escondidas, como dos
criminales, pero luchando ante viento y marea con todo el drama y la trama que
eso pueda acarrear. Y nosotras que parece que no aprendemos nos enganchamos como
una gata en celo a unas cortinas. Camino, más joven que Maite, se enamora de su
profesora de pintura, porque sí, porque ha descubierto que ama a las mujeres,
que eso es lo que ella llevaba escondido dentro, que eso era lo que le faltaba
y que ahora siente que el amor por Maite es lo que le da sentido a su vida. Y
Maite, que ya perdió a un amor porque estaba casada y se suicidó, pues renquea
un poco al principio porque no quiere volver a sufrir, pero al final cae,
porque el amor es lo que tiene, que nos hace débiles pero también fuertes, es
lo que nos guía, lo que nos hace levantarnos, ya sea amor de pareja, de familia
o de amistad, pero en este caso hablamos amar de mujer a mujer. Ya sabéis 1914,
la sociedad (bueno, hoy en día tenemos señoros y señoras sentaditos en el
congreso haciendo muestra inequívoca de que parece que para algunas cosas
seguimos en 1914 y contando hacia atrás), la pelea entre lo que quiero y debo.
Y es en ese instante entre el “tenemos que estar escondidas”, “obedece a tu
madre y conoce pretendientes para disimular”, cuando te meten de nuevo al
hombre en medio, un hombre que se presenta como incansable y acosador, que por
activa y pasiva va una y otra vez, con sus ramos de rosas y su anillo de pedida,
hasta que al final pase lo que tenga que pasar. Está bien, diréis, es 1914 y
era lo que había. Pues no, señoras y señores, de toda vida de Dios ha habido solteronas,
mujeres que vivían con otras mujeres y disimulaban muy bien su relación como si
fuesen amigas. El hecho es que nos tienen que meter con calzador de nuevo un
hombre en una relación lésbica y es que los guiones además no se quedan cortos,
haciéndonos entender que es una etapa, que está confundida, o que tiene un
trauma. Y mientras Camino lucha por su amada, que ahora está en la cárcel
porque la han denunciado por viciosa, nosotras, las espectadoras, no damos
crédito al lío que nos están metiendo otra vez. Y ni qué decir tiene cuando nos
están mostrando, en esta serie, que si un hombre nos insiste día sí y día también,
para que estemos con él, se nos pasa el lesbianismo y volvemos a la “senda
correcta”.
Y
ahora es cuando cierro el artículo hablando como escritora.
Si yo, como escritora, o guionista, quiero crear una historia coherente debo seguir las pautas que he ido escribiendo y hacer que todo tenga una lógica certera para dar una trama con sus más y sus menos, pero con coherencia. Y esto no lo está habiendo en ninguna de las dos series. Es del todo innecesario meter siempre a un hombre en medio, innecesario y a mi me duele como espectadora y escritora, porque veo siempre la misma trama, las mismas consecuencias, las mismas historias y el mismo daño. Creo que hay que limpiar un poco de alcanfor los despachos de quienes pagan estas series y las manos de los guionistas, eso o necesitan vacaciones, vivir y ver mundo. A los escritores siempre nos dicen “para escribir bien y ser realista primero debes vivir, observar…” Pues parece que estos no lo han entendido, pero es bien sencillo, otra cosa es que no quieran hacerlo, o no les dejen hacerlo. A saber. La única lógica que me casa en todo esto es que es más fácil tirar de tópicos que enseñar la realidad de lo que es amar a otra persona de tu mismo sexo, sea 2020, 1977 o 1914, me importa un comino, sinceramente. Y como escritores podemos dar dramas de los que se te caen lágrimas del tamaño del granizo en Australia, pero con coherencia, por favor.
Estas
series no solo las ven personas adultas, también hay adolescentes que están
pasando momentos muy duros por el miedo a ser como son por ser homosexuales y
que, en muchos países, todavía, es símbolo de enfermedad y no solo puedes ir a
la cárcel, es que hasta te lapidan. Esto hay que tenerlo muy claro, dar
representación a ciertos colectivos tiene que estar muy bien hilado y tratado,
no solo filtrado para generar audiencia, no es necesario, de verdad, usar
siempre lo mismo para provocar, al final, el desconcierto en muchas personas,
porque dan una de cal y otra de arena y yo con eso al final me hago un ladrillo
y se lo tiro a alguien, en serio.
Mi
sobrino tenía catorce años cuando ocurrió lo de Lexa, ahora tiene dieciocho, y
alguna vez me ha preguntado si yo no estaría con algún chico por lo que ve en
la tele; así que os doy las “gracias” por tenerle que explicar, de nuevo, que
cuando uno ama, ama de verdad, con el corazón, que las dudas surgen al
principio cuando estás confundida, cuando ni siquiera sabes lo que te ocurre
porque piensas que algo dentro de ti está mal, pero que cuando lo entiendes no
hay nada ni nadie que pueda pararlo, y
así debería estar reflejado en este tipo de series.
Ojalá
y llegue el día en que ni yo, ni nadie, debamos explicar cómo es ser lesbiana o
qué se siente al amar a otra persona del mismo sexo, sin necesidad de poner en
duda lo que somos metiendo a un hombre por el medio, o el vicio, o que es una
etapa, o que nos sentimos homosexuales, o tenemos un trauma con nuestro padre.
Somos
personas que amamos y a las que nos aman; eso es lo único que debería importar
y dar sentido a las historias, reales y ficticias.
Y
lo necesitamos, hoy en día, mucho. De verdad deseo que llegue el momento en el
que no haga falta, pero por favor, mientras tanto háganlo bien.
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