viernes, 9 de diciembre de 2022

Creadores de historias 2: El espíritu de la navidad en el cine y la televisión

Las historias navideñas evocan en nosotros, meros espectadores, emociones que nos recuerdan a nuestra infancia, ese tiempo en el que la magia lo envolvía todo, nuestros padres y abuelos eran eternos y nada malo ocurría dentro de nuestro refugio, nuestro hogar. Papá y mamá eran superhéroes, nuestros hermanos (más o menos queridos) estaban ahí y no podíamos hacer nada para evitarlo, mientras contábamos los días que faltaban para las vacaciones más mágicas del año.

Sentados, muchas veces, en el suelo, sobre una alfombra o cojín, nos sentíamos protagonistas de nuestro propio cuento de Navidad. Las casas olían a turrón y a anís, a polvorones y roscones, pero, sobre todo, nos atraían, al igual que a las polillas, las luces brillantes. Vivíamos el ritual del alumbrado callejero como el anticipo de las dos noches más importantes de nuestras (diminutas) vidas: Nochebuena y la noche de la Cabalgata de Reyes, la noche de ilusión por excelencia. La realidad en nuestros hogares, escuelas y calles se nutría, y a veces se confundía, con la ficción que veíamos en los cines y en el televisor analógico y con cuernos de casa. Había llegado el momento en el que nuestra cabecita empezaba a hacerse algunas preguntas, cada vez más interesantes: ¿Qué es eso que llaman en las películas americanas «el espíritu de la Navidad»? ¿De dónde viene? ¿Todos tenemos uno? ¿Se puede pedir en la carta a los Reyes Magos?  ¿Por qué los protagonistas de esas películas son tan felices al final, cuando todo se resuelve como si alguien hubiera chasqueado los dedos? Y quizá lo importante, lo que se nos grababa a fuego: ¿Por qué ese espíritu debía acompañarnos todo el año?

El árbol de Navidad

No hay película o serie navideña que no exponga la importancia de tener el mejor árbol de Navidad. Ya sea en ¡Qué bello esvivir! (It’s a Wonderfilful Life, Frank Capra, 1946), o en cualquier película actual de moda en Netflix, como El diario de Noel (The Noel Diary, Charles Shyer, 2022).

El muérdago y el amor

Ya sea una historia rocambolesca, canalla, espiritual o romántica, el muérdago es la excusa perfecta para poner en un aprieto a dos ilusos que han caído en la trampa del amor sin poder remediarlo. Un ejemplo imposible de olvidar es Mientras dormías (While You Were Sleeping, Jon Turteltaub, 1995), en la que Sandra Bullock, una joven taquillera del metro con pocos recursos, siente un flechazo hacia un guapo desconocido que siempre toma el tren en su turno, se mete en una serie de problemas al salvarle la vida y acaba enamorada de Jack, el hermano de su fantasía amorosa.

Palomitas y Gremlins

Todo un clásico desde que se estrenara en 1984. Producida por el archifamoso Stephen Spielberg y escrita por Chris Columbus, la historia tiene lugar en la ciudad de Kingston Falls, donde vive Billy, el protagonista, un joven del montón enamorado de una camarera a la que no se atreve a abrir su corazón. El joven banquero vive en la casa familiar, una casa un tanto peculiar, llena de los complejos y poco funcionales artilugios que inventa su padre, junto a su madre y su perro, y rodeado de un conjunto de personajes a cada cual más excéntrico. A los que se une su regalo navideño: algo muy peculiar, obtenido de una forma misteriosa por su padre en uno de sus viajes, en un callejón oscuro del barrio chino. Toda una atmósfera de misterio y terror envuelve la película, eso sí, rebajada por toques de humor que hacen de esta producción una de las más entrañables de la historia reciente del cine.

Carteros locos, padres olvidadizos y bombas en Correos: la carrera hacia el regalo perfecto

A cierta edad, ya nos daba igual quién nos trajera los regalos. Ya fuera Papá Noel, los Reyes Magos, el Tió o el Olentzero —según en la región española donde nos encontráramos—, lo importante era divertirnos envueltos todavía en ese manto especial de la Navidad. Una de esas películas que acompañaban nuestra madurez fue Un padre en apuros (Jingle All the Way, Brian Levant, 1996), protagonizada por un divertido Arnold Schwarzenegger como padre obsesionado con su trabajo. El regalo más deseado, en la noche más especial del año, y un desfile navideño, se convierten en todo un reto para un padre que nunca está en casa, que nunca cumple sus promesas y necesita demostrar a su hijo y a su esposa que obtener el juguete más deseado por su pequeño es el símbolo del amor infinito que les tiene. Solo que, en esa frenética carrera por conseguir tan ansiado regalo, se encontrará con un competidor que hace a la vez de su némesis, de villano, un cartero testarudo que busca exactamente lo mismo que él, suplir su ausencia y demostrar su amor a través de un muñeco de plástico.

Remakes de oro: La mujer del obispo y La mujer del predicador

En 1947, el chico de oro de Hollywood, Cary Grant, cae del cielo para ayudar a un obispo que ha perdido la fe, la felicidad y el norte en su vida. Su esposa, cada vez más infeliz, obtiene algo del cariño perdido en encuentros breves con un viejo profesor de universidad, que le abre su hogar al tiempo que recibe afecto. Ese ángel enviado por Dios para ayudar a su pastor a recuperar la ilusión en su trabajo, no solo devuelve la sonrisa a Julia, la esposa del obispo, o al profesor jubilado Wooley, sino a una mujer en duelo perpetuo que no recuerda que sigue viva y que se debe a sí misma ser feliz, además de al obispo, que recupera el amor y la pasión por su trabajo y su familia.

Con un guion que no desmerece para nada el de este clásico, llegó a la pantalla grande en 1996, La mujer del predicador (The Preacher’s Wife, Penny Marshall), una nueva versión, en la que el joven y apuesto ángel Dudley llega a tener sentimientos por la mujer del predicador y arriesga la caída de sus alas por un amor terrenal. Dudley es interpretado por el carismático Denzel Washington, y Julia por una espectacular y añorada Whitney Houston, mientras que el predicador que ha perdido absolutamente la fe —e incluso a sí mismo— es encarnado por Courtney Bernard Vance. Cabe destacar la interpretación actoral de Whitney Houston, más allá de su voz, que en este caso tiene una importancia menor que la de su papel.

Del libro al cine, el clásico entre los clásicos: Un cuento de Navidad

 Tantas películas, citas amorosas en cines en Navidad, hijos concebidos en Nochebuena; amor, desamor, amistad y encuentros maravillosos que rozan la magia del universo. Tantas palomitas, sueños y fantasías, musa de escritores y guionistas en ciernes. Tantas series y noches de manta y sofá, solos o acompañados. Y todo por recuperar la felicidad perdida, la magia verdadera, ese maldito y escurridizo «espíritu navideño» del que ¡hablan hasta en las iglesias!, como si todos fuéramos cristianos, o en sinagogas, como si fuéramos judíos… ¿Por qué algunas religiones parecen más predispuestas que otras a recordarnos que, aunque hayamos crecido y envejecido, ese espíritu sigue ahí? ¡Oh, los anuncios del turrón! ¡Los anuncios de cava! ¡Los de juguetes que intentamos que no vean nuestros hijos, no vaya a ser que su carta sea más larga de la que la nuestra era cuando teníamos su edad!

El día de Navidad, como el viejo Scrooge, recordamos el pasado y se nos entristece el alma cinco segundos al recordar lo felices que éramos, justo antes de que la felicidad nos inunde al vernos rodeados de nuestra familia —ya sea gatuna, perruna o netflixniana—, y sonreímos al futuro. Tres fantasmas y ese dichoso y tan bonito Espíritu de Navidad, que resulta que está por todas partes; en la cara de un vecino que vive solo y nos ha invitado a cenar a su casa, y allí nos ha contado su vida, su historia, mil cuentos de Navidad que nos recuerdan aquellos que nos contaban nuestros abuelos mientras nuestros padres preparaban todo lo necesario para disfrutar en familia esas fechas. Ese espíritu navideño que canta villancicos en la iglesia y, debemos confesarlo, creamos o no, escuchamos y cantamos a coro e incluso les damos ese aguinaldo para que arreglen un mundo que parece destruirse como el avaro de Scrooge día a día, quizás porque no recuerda qué es eso de la Navidad, y ese espíritu, y esa felicidad y eso de ser buenos durante todo el año. ¡Cómo si fuera posible ser bueno! ¡Amable! ¡Saludar y trabajar para mejorar la sociedad! Poner un plato más en la mesa, invitar a café a quien hace de su calle su hogar, sin grabarle en vídeo con nuestro móvil para captar seguidores en las redes sociales, simplemente para charlar con él. ¡Todo ese maldito espíritu se ha colado bajo nuestra piel!

Dickens supo retratar lo peor de la sociedad y del ser humano en una historia maravillosa llena de oscuridad, pero también de esperanza. Y, llegamos a casa, cansados de tanto consumismo, y resulta que tenemos tres fantasmas cenando con nosotros. Uno, un amigo de nuestros abuelos, que nos muestra lo felices y orgullosos que están de habernos visto crecer y madurar, y se esfuerza en hacernos recordar qué es la Navidad; otro, nuestros padres, si es que nos faltan, junto a amigos y familiares que, para nosotros, se han marchado demasiado pronto, pero que parecen felices al vernos, y nos sonríen mientras las lágrimas y un nudo en el estómago impide que las palabras salgan de nuestra garganta; y el último, que no se muestra, y que tiene toda la pinta de la Muerte imaginada por Terry Pratchett. Miramos más de cerca: ¡Son Terry y la Muerte señalándonos algo! Nuestra mirada va a parar al teléfono móvil, alguien nos ha enviado un mensaje deseándonos Feliz Navidad. El espejo que tenemos enfrente nos muestra a una mujer con canas y arrugas, y el timbre de nuestro pequeño piso suena. Pero los fantasmas no se mueven, como si supieran qué es lo que va a ocurrir. Nuestros pies tardan en responder, pero llegamos a la entrada y los vemos, están ahí, han venido para celebrar algo que no tiene precio, que no se compra, que ni siquiera se puede tocar, pero que existe y se llama ¡Navidad!

Felices y entrañables fiestas a todos los lectores de este blog, a los que lleguen a sabiendas y los que entren por primera vez y se pregunten de qué va todo este aparente sinsentido llamado Espíritu de la Navidad. No os preocupéis, solo es otro cuento de fantasmas.

Fotos: Noestodoloquereluce.com, ebay-kleinanzeigen, rottentomatoes.com, IDMb y Viajando sobre libros

Artículo escrito por Lara Guardiola

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