viernes, 2 de diciembre de 2022

Serendipity

Al menos tenía un par de horas para pensar en la idea de su amiga, ya que era sábado por la mañana y tenía poco tiempo hasta el día siguiente. Tomaba su café mientras miraba una página de acompañantes, aún no estaba segura de hacer aquello, pero realmente se encontraba desesperada. Había intentado ser quien no era y ahora tendría que pasar vergüenza y decir que le había mentido, pero eso sería completamente humillante.

Abrió el correo y copió en el destinatario del mensaje el correo de uno de los muchachos. Se encontraba redactando el texto.

«Buenos días, Aslan.

Me gustaría contratar sus servicios para hoy y mañana. Hoy si pudiese ser serían un par de horas ajustadas a tu horario, mañana serían unas cinco o seis horas a partir de las ocho de la tarde.

Saludos»

Me había puesto muy nerviosa, pero era lo que debía hacer, aunque eso solo continuase una completa y absoluta mentira.

Su trabajo continuó durante el resto de la mañana de forma tranquila, no tuvo demasiado ajetreo en la tienda, por lo que no paraba de pensar en si habría contestado su correo o, por el contrario, habría pensado que estaba desesperada y no merecía la pena el trabajo. Aun así, estuvo concentrada en su trabajo y en apuntar los encargos que le surgían tanto presenciales como telefónicos. Los sábados cerraba a medio día, a no ser que tuviese una boda que también abría por la tarde.

Al llegar a casa, pidió una pizza por teléfono y mientras que llegaba, iría a ducharse, necesitaba relajarse, ya que no le había aparecido en el móvil ninguna notificación que indicase que le había contestado el correo, si eso fallaba no sabía lo que haría. Terminó de vestirse después de la ducha, justo cuando el repartidor tocó a la puerta. Recogió su pedido y lo pagó. Nada más cerrar la puerta, el sonido de la notificación en su móvil resonó en toda la estancia. Intentando no parecer desesperada, caminó hasta la mesa del comedor y allí dejó la pizza para dirigirse hacia la mesa de café que tenía frente a la televisión. A ver que la notificación era un correo su estómago se encogió de repente y este dio un vuelco cuando vio que era la contestación del muchacho:

«Saludos, hotel Grand Paradise a las 18:00, habitación 132. Esperaré diez minutos de cortesía, sino me marcharé. Aslan»

El mensaje no daba opción a confirmación, simplemente si no se encontraba allí se iría. Mentiría si dijese que no estaba nerviosa, era la primera vez que hacía aquello y eso era algo que se salía de su control y no sabía cómo lidiar con ello, ya que algo podría salir mal y ser descubierta de la peor forma posible y, por supuesto, Margaret la humillaría públicamente si se enterase.

Procedió a comer mientras veía la televisión, ya que así podría relajarse antes de tener que ir donde le había citado. Conforme se acercaba la hora de marcharse, el nerviosismo crecía. En la página web, había una fotografía del muchacho, pero la mitad de su rostro era cubierto por un antifaz, lo cual quería decir que también quería ver cómo era. Daba por hecho que la fotografía de la web era para guardar el anonimato, porque había muchos que mostraban su rostro. De entre todos lo había escogido a él porque, aunque tuviese en la web fotografías sexys y sensuales, el aspecto físico era muy normal. Al contrario de los artificiales y lo tremendamente marcados que tenían los demás, él tenía la musculatura definida, lo cual no lo hacía muy llamativo y eso le había llamado la atención. Ella no buscaba un culturista, buscaba a alguien normal.

Ordenó su agenda para la semana siguiente, era solo una estrategia para calmarse antes de tener que marcharse. Después de vestirse y ponerse unas deportivas, tomó su bolso, las llaves del coche y de casa para poner rumbo hacía el lugar al que la había citado. Sabía dónde se encontraba ese lugar, ya que cerca se encontraba un complejo de celebraciones matrimoniales. Al subir al coche, puso música bastante alta para tener el cerebro ocupado y no pensase en el encuentro.

Sabía que tipo de hotel era. Eran de estos hoteles discretos a los que iban las personas a ser infieles a sus parejas o para tener encuentros secretos. Era un lugar perfecto para ese tipo de encuentro, aunque solo fuese para hablar, era discreto.

Al parar en un semáforo, se dio cuenta de que iba bien de tiempo, podría aparcar un poco más lejos e ir caminando, llegaría puntual igualmente. Estaba nerviosa, no por conocerlo como si fuese una cita, sino por cómo sería su personalidad, porque si no le gustaba no tendría nada para el día siguiente.

Aparcó el coche a un par de calles y empezó a caminar hacia el hotel. El camino se le hizo demasiado corto debido a que estaba abstraída de todo lo que sucedía a su alrededor. Quedaban cinco minutos para que llegase la hora, por lo que, suponía, que el muchacho ya se encontraba allí.

Al llegar al hotel, preguntó en recepción donde se encontraba la habitación 132, que era donde la habían citado. El recepcionista la guió sobre en qué planta estaba la habitación. Entró en el ascensor hacia la tercera planta y al bajar miró a los lados intentando averiguar hacia qué dirección iba. Comenzó a caminar por el pasillo y se paró en la puerta que tenía el número 132, golpeó suavemente con los nudillos. Los pocos segundos que tuvo que esperar se le hicieron eternos, escuchaba los pasos acercarse al otro lado de la puerta.

Cuando se abrió la puerta, apareció un muchacho más o menos de su edad. Llevaba una camiseta de manga corta de color negro que se pegaba a su torso, también llevaba unos vaqueros negros gastados y unas deportivas blancas e impolutas.

¿Aslan? Pronunció el nombre que tenía en la página web.

Si, pasa. Contestó con voz grave y profunda.

Ante ese tono de voz, sufrió un pequeño escalofrío. Cuando el muchacho se retiró para dejarle paso, se introdujo en la habitación, la cual tenía la luz tenue y todo era como muy sensual, era una habitación hecha para el pecado. Ella se quedó quieta a los pies de la cama y pudo observar que en la cómoda había un casco de moto y estaban los efectos personales del muchacho. La joven escuchó los pasos del muchacho pasar por su lado para quedar frente a ella respetando el espacio personal.

Toma asiento donde desees. Aquella voz resonó de nuevo en su cabeza.

Gracias. La muchacha había visto que él se había sentado a los pies de la cama, por lo que fue a sentarse al lado como a un metro.

¿Cuál es el servicio que deseas? Lo miró a los ojos y él esperaba una respuesta.

El servicio que deseo, es el de ser mi acompañante. No para hoy como le comuniqué en mi correo, el servicio sería para mañana.

Supongo que lo de hoy es para pactar una historia para el acontecimiento de mañana el tono de voz seguía igual y, por alguna razón que desconocía, le encantaba y activaba todas las terminaciones nerviosas de su piel. ¿Tienes algo pensado?

Creo que deberíamos acordar qué profesión dirás que tienes.

Cuando tengo que hacer algún trabajo como el que estás solicitando, soy inversionista y estudié economía contestó el muchacho mirándola a los ojos.

Bueno, yo soy dueña de una floristería también cubro eventos en los que tengo que hacer decoraciones él asintió con la cabeza una sola vez, dando a entender que la estaba escuchando. Pensé que podríamos habernos conocido durante la preparación de algún evento, quizás algún amigo tuyo y luego seguimos en contacto. Nos conocemos desde hace dos años y llevamos un año y medio siendo pareja.

¿Esto es para alguna boda? Preguntó el muchacho con curiosidad para saber a qué tipo de evento se enfrentaba.

No, es para una cena en casa de una ex-compañera del instituto y, en dos semanas, para la reunión de ex-alumnos. Contestó a la pregunta con tranquilidad, ya que el tono de voz hacía reaccionar todas las terminaciones nerviosas de su piel.

Vio cómo el muchacho se ponía en pie para acercarse a sus cosas y, al volver, le entregó una tarjeta en la que tenía un número de teléfono.

Es el número que utilizo para el trabajo. Mándame un mensaje con el lugar en el que quieres que te recoja.


»»-————
  ————-««

 

Ya había llegado a casa, no habían estado hablando mucho más. Él había dicho que la recogería en el lugar que ella decidiese, sin importar el lugar. Habían quedado a las ocho de la tarde y le había dicho que ya le pagaría al día siguiente, y, aunque ella había insistido en pagarle esas dos horas en ese mismo momento, él insistió en que fuese al día siguiente. El muchacho le había caído bien, no se esperaba que aquella conversación con él fuese tan normal. Solo quedaba que llegase el día siguiente. Realmente esperaba que saliera todo bien y que no hubiese ningún incidente.

Al llegar se había puesto ropa cómoda y había pedido comida china, pensaba estar tranquila hasta el día siguiente y tener una noche tranquila de maratón de una serie. Tenía ganas de estar tranquila y, en esos momentos, se encontraba así, ya que todo estaba más controlado y ya tenía a su supuesta pareja.


»»-————
  ————-««

 

El domingo se le había pasado volando.

Desde que se había levantado, había estado haciendo la colada y adecentando el piso, así durante la semana solo tenía que mantenerlo limpio. Era una forma también de poder descansar después de algunos días muy duros de trabajo, en los que no le apetecía hacer nada en casa al llegar. Durante la semana no tenía prácticamente nada que limpiar, debido a que apenas pasaba tiempo en casa durante el día y, dependiendo del trabajo que tuviera que hacer durante la semana, a veces solo estaba en casa para ducharse y dormir.

Con todo lo que había hecho aquel día, la hora a la que tenía que empezar a arreglarse para la cita ya había llegado. Después de comer, ella le había mandado un mensaje diciéndole donde quería que la recogiese. Le había dicho que lo hiciera frente a la floristería, por lo que no tendría que esperar ni desplazarse. Él solo le había contestado con un emoji con el dedo pulgar hacia arriba, ya que el día anterior ya habían acordado la hora.

No se complicó demasiado, ya que se puso un vestido de licra que le llegaba por las rodillas, con una chaqueta de cuero y unos botines negros con tachuelas doradas, al igual que el bolso, que era negro con los adornos dorados. Su maquillaje era ligero y sin excesos, y se había peinado con una coleta, la misma que solía hacerse cuando tenía que ir a decorar el salón de un evento.

Al faltar solo un par de minutos, tomó su móvil, lo introdujo en el bolso y, después de cerrar con llave la puerta de casa, bajó para poder estar a la hora acordada frente a la floristería. Después de un par de minutos de estar esperando, un coche se aparcó frente a ella, con el lado del copiloto pegado a la acera. El muchacho parecía haberse puesto de acuerdo con ella por telepatía, porque llevaba unos vaqueros negros un poco rotos, una camiseta gris, que suponía sería de manga corta, y una chaqueta de cuero. Su pelo negro estaba peinado hacia atrás con efecto mojado y dejaba sus negros ojos a la vista, se veía completamente espectacular.

El muchacho sostenía la puerta del copiloto esperando a que la muchacha entrase en el coche. Cuando pudo reaccionar, caminó hacia el coche y, al llegar, saludó antes de entrar. Esperó a que él entrara y enseguida empezó a conducir. El coche se veía muy limpio, lo cual le gustaba bastante.

Iba a venir en mi moto, pero en el último momento me decidí por el coche comentó para no ir tan en silencio.

¿Por qué? Se extrañó.

Pensé que llevarías vestido y entonces sería un poco incómodo -contestó mirando a la carretera.

No habría sido un problema para mí, me encantan las motos, aunque nunca he tenido ninguna. Confesó mirando al frente.

Una pena que mi decisión haya sido errónea.

De los labios del muchacho, salió una risita, que unida a su profunda voz, hizo que su estómago se encogiera como respuesta.

Cuéntame un poco sobre la persona que vamos a visitar. Dijo con obvia curiosidad.

Hace dos semanas fui a colocar las decoraciones de flores a una boda y, resultó ser la boda de la popular de mi instituto, que hacía la vida imposible a todo el mundo. Posiblemente, te hará un exhaustivo interrogatorio. Explicó.

Solo hay una cosa por aclarar aquello hizo que lo mirase sin que era. Tenemos que acordar qué diremos por si pregunta si vivimos juntos.

Que aún no, pero que quizás en un tiempo. Contestó la muchacha con simpleza.

Continuara…

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