A veces nos da por navegar por internet
y encontrar cosas curiosas. En esta nueva etapa del blog queremos haceros
participes también no solo de la literatura, sino también de la cultura, de las
cosas que desconocemos, de enigmas, misterios, del arte y todo lo que conlleva
conocimiento.
Es por ello, que
el otro día “husmeando” por webs de misterios (curiosos que somos), nos
encontramos con esta historia. Nos sorprendió el título de la misma y empezamos
a investigar y mirar. Fue sorprendente como empezaba el titular en todos los
casos: “los tres astronautas que murieron sonriendo”.
.
Los tres astronautas rusos que se despidieron de sus familias un 6 de junio de 1971 |
Los tres hombres
fueron despedidos como héroes, sin lugar a dudas, lo que iban a hacer iba a ser
toda una proeza y un éxito dentro de la carrera espacial soviética.
El 8 de junio iniciaron
ya las primeras tareas en la estación orientando sus paneles hacia el sol. Algo
tan sencillo que de inmediato, llegó a la prensa de todo el mundo.
Los siguientes
días realizaron tareas simples de mantenimiento, y entre tarea y tarea
contactaban por televisión. En esas conexiones se les recomendaba no dejar de
hacer ejercicio para combatir los efectos de la ingravidez.
Estuvieron en la
estación hasta el 29 de Junio, lo que se convirtió en un récord y entonces se
decidió que regresasen a casa.
En la tierra
todo el mundo estaba tranquilo por el regreso de sus héroes y aunque no había
comunicación con ellos, cosa normal al atravesar la ionosfera, todo el mundo
confiaba en el regreso sanos y salvos.
Fue entonces
cuando algo pasó. La nave había aterrizado pero no se escuchaba sonido alguno,
ningún astronauta de los tres ayudaba para abrir la escotilla y… sonreían sin
saber el por qué y sin mover un solo músculo.
Estaban muertos.
Algo les pasó durante el regreso a la tierra, algo que no sabremos nunca.
Al principio
todo apuntaba a que la cabina sufrió un fallo de compresión, pero los cuerpos
no tenían ninguna hemorragia interna, ni trombosis… nada que hiciese comprender
qué había ocurrido. Pero aquellas sonrisas de felicidad seguían clavadas en las
retinas de todos los que los vieron al abrir la escotilla, esas sonrisas de
completa felicidad convertidas en algo siniestro.
El médico
Gultekin Gaymec dijo que era probable que cuando entraron en la ionosfera
sufrieron la carga eléctrica de la atmósfera, por lo que se les elevó la
alcalosi en la sangre y en los tejidos, haciendo así que su corazón se
detuviese y quedase ese rictus en sus caras.
La última
conversación que tuvieron fue la siguiente:
“Aquí Yantar” – dijo Dobrovolski – “Todo va
perfectamente a bordo. Estamos en plena forma. Preparados para el aterrizaje.
Ya veo la estación. Brilla el sol”. “Hasta ahora Yantar” – respondió el control
en la Tierra – “Pronto nos veremos en la Patria”.
Es terrible
imaginar que, aún con las sonrisas, los tres debieron de ver el horror de
cerca, el horror de morir antes de llegar a casa, de comprender que se acabaría
para ellos la vida y que jamás volverían a ver a sus familias, y aun así, esas
sonrisas, como si de un plan malévolo se tratase.
Todos sabemos
que el espacio es algo que nos fascina y a la vez nos aterra.
Ayer, cuando
decidíamos qué reportaje subir, de los que tenemos preparados, nos acordamos de
este en concreto; y que casualidad que coincide (y no nos acordábamos) con una
nueva entrega de una de las películas que más nos encanta a todos: Alien: Covenant.
Porque a veces
parece que la realidad supera la ficción, porque ahí fuera nunca se sabe qué
nos puede esperar, porque en el espacio nadie puede oir tus gritos...
Con todo
nuestro respeto y admiración a los hombres y mujeres que están ahí arriba,
mirándonos desde un lugar maravilloso y en el fondo tan desconocido, que dan
sus vidas e igual no regresan nunca a casa. Puede que jamás sepamos qué hay más
allá, si estamos solos o si, por el contrario, quizás haya cosas que jamás
debamos descubrir.
Un artículo de Vuelo de Cuervos
Fuentes: Canal History,
Supercurioso.
Imágenes: Nasa y Canal History.
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