viernes, 27 de enero de 2023

Serendipity

Después de aquella pequeña conversación, durante unos minutos todo se quedó en silencio. Ninguno de los dos tenía nada que decir o al menos eso pensaban.

Adriel Su penetrante voz volvió a erizar su piel.

¿Qué?  Preguntó desorientada.

Llámame Adriel, Aslan es un nombre demasiado falso. Explicó el muchacho mirando a la carretera.

Es un nombre bonito, nunca lo había escuchado.

El muchacho continuó conduciendo sin contestar el comentario, por el GPS sabía que estaban cerca, lo cual cada vez la ponía más nerviosa. Estando en el semáforo, él posó su mano sobre su rodilla, aquello hizo que ella le prestara atención.

Relájate, cuanto más nerviosa te pongas, más intentará ponerte en evidencia.

Eso haré, gracias.

Sabía que eso era así y nunca estaba de más escuchar ese consejo. Respiró profundo, soltó el aire y eso la hizo encontrarse bastante más relajada y, pese a que apenas lo conocía, sentía confianza hacia el hombre que tenía a su lado. Adriel retiró la mano de su pierna, con la finalidad de que no se sintiera incómoda. Debía de hacerse a la idea de que él se comportaba así porque le pagaba, por eso era por lo que también podía ser así de amable. No era que le gustara pensar aquello, pero era una realidad, ella le estaba pagando por un servicio de acompañante.

Desde que lo conoció tenía la terrible sensación de haberlo visto en algún lugar, pero desde el día anterior había estado rebanando el cerebro para saberlo y no lograba encontrarlo. Cada vez que lo miraba recordaba algo de las facciones de su rostro y no sabía realmente que era.

Al llegar a un barrio residencial de casas lujosas no podía nada más que pensar en la cena tan vanidosa que le esperaba por delante, le restregaría la exitosa vida que tenía. Le contaría todo sobre su lujosa boda y su costosa luna miel, en muchos momentos se preguntaba por qué exactamente había accedido a eso y ponía buena cara, pero, realmente, la respuesta estaba clara, las recomendaciones que pudiese hacer a la gente de su círculo. Se sentía miserable, tener que obligarse a aguantarla solo porque sino acabaría con su negocio.

Al llegar a la dirección, Adriel aparcó el coche en la calle, ambos se quedaron mirando las afueras de la casa, la cual no era de sorprender porque era tremendamente ostentosa. A ella no le sorprendía nada y al observar las facciones de él, se dio cuenta de que tampoco le sorprendía, suponía que, quizás, tendría una clienta así. Antes de que pudiera bajarse, el muchacho sostenía en su mano su teléfono móvil y su cartera delante de ella.

Si vamos a fingir ser una pareja, es muy habitual que al llevar un bolso guardes las cosas de tu pareja lo miraba intentando procesar lo que había dicho, porque entre su expresión facial y ese tono de voz no le era difícil perderse. No te preocupes, no es el teléfono del trabajo, es el personal, esta noche es solo para ti.

Cuando dijo eso, los vellos de su cuerpo se erizaron al completo. Tomó lo que le estaba entregando y lo guardó en el bolso. Sin decir más palabras salieron del interior del coche y una vez que él llegó a estar a su lado, comenzaron a caminar por los baldosines que hacían que cruzaras el ostentoso jardín delantero hasta la entrada.

Al llegar tocaron a la puerta, no tuvieron que esperar mucho, ya que Margaret abrió la puerta rápidamente. Llevaba un espectacular vestido rojo, escotado y sumamente pegado a su cuerpo. 

Bienvenidos dijo sonriendo y con una copa de vino en la mano, pudo darse cuenta de que se quedaba mirando a su acompañante. Adriel, qué sorpresa. 

Hola Margaret. Contestó él con un tono casi despectivo, pero al parecer solo fue notado por ella. 

Hola. Dijo ella pensando en lo que acababa de pasar porque no lo entendía demasiado bien. 

Liv te iba a mandar un mensaje justo ahora, ¿podéis ir a comprar hielo? Dijo con fingida pena porque era obvio que lo había hecho a propósito.

Claro, enseguida volvemos.

Ambos se dan la vuelta para volver al coche. Ella ahora tendría muchas cosas que preguntarle, porque lo había llamado por su nombre y su temor más grande era que ella fuera alguna de sus antiguas clientas y se hubiera visto descubierta. Al entrar al coche, Liv miró por la puerta y podía ver a su ex-compañera aun apoyada en el marco de la puerta mirando en dirección a ellos. Al encontrarse solos ella no pronunció ni una palabra, no quería que la otra viera desde la puerta que se encontraba nerviosa.

Cuando se pusieron en marcha, la muchacha tenía que calmarse antes de hacer todas las preguntas. 

Ella no es ninguna clienta. Adriel parecía haberle leído la mente casi a la perfección. 

¿Entonces? ¿Qué es? Preguntó mientras lo miraba, pero él solo está mirando la carretera. 

Es mi hermanastra, mi padre se casó con su madre. Me obligaban a ir a recogerla al instituto, porque la princesa se partía una uña si iba andando. Contestó con claro desprecio en la voz.

Esa explicación la hizo pensar y ahora entendía porque le sonaba. Siempre lo veía dentro del coche esperando para recogerla. 

Por eso me has dicho tu verdadero nombre, sabías quien era. 

Cuando te vi, he de reconocer, que tu rostro me pareció familiar. Cuando me contaste la clase de persona que me iba a encontrar y, al haberme dicho ya tu nombre, deduje que eras tú de la que ella siempre hablaba tan mal. Contestó en el tono habitual, pero el nerviosismo la estaba haciendo inmune a ese característico encanto -. Debes de mantenerte tranquila, ella no sabe nada de mi trabajo ni de mi vida desde hace unos seis años. Me cansé de tener que cumplir todos sus caprichos y por una cuestión, me marché no queriendo saber nada más de ellos. 

Comprendo. El tono había sonado serio y en realidad no era para menos. 

Entiendo que estés molesta… 

No estoy molesta, pero por un momento temí que ella me había descubierto porque era una antigua cliente tuya o algo así.

Él se ríe, aquello la dejó conmocionada porque era como si el ser más divino de la tierra riera. No le dio tiempo a decirle nada, porque en un momento aparcó y bajó a la tienda para comprar el hielo.

 

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El viaje de vuelta se hizo bastante ameno. Por supuesto se encontraba más tranquila y relajada al saber que no había sido descubierta, lo cual quería decir que no iba a ser humillada por ella igual que lo hacía cuando estaban en los pasillos de aquel tedioso lugar de enseñanza, en el que los alumnos la consideraban casi una diosa. En las palabras del muchacho, se podía leer entre líneas que pese a ser hermanastros nunca se habían llevado bien, cosa que entendía porque era bastante obvio que ella era de las personas que manipulan y ningunean a su antojo. Debido a ello era por lo que había decidido seguirle la corriente, porque temía que  desprestigiara su trabajo y su negocio, ese que tanto le había costado levantar y hacerse un nombre y, por supuesto, no quería que alguien como ella le echase a perder todo su esfuerzo.

Al estar aún en el coche, ambos se dieron cuenta de que ella había salido a la puerta nada más ver que ellos estaban aparcados. Como los dos habían mirado disimuladamente, debido a que había anochecido y no había ninguna farola cercana que los iluminara directamente, ella no se había dado cuenta. El muchacho bajó del coche, lo rodeó y le abrió la puerta, dejando ver a una muchacha claramente sonriente que salía con una bolsa en la que dentro se encontraban los cubitos. 

Eres todo un caballero, cariño. Pronunció ella en tono casi seductor.

Cuando cerró la puerta del pasajero, se acercó a ella peligrosamente haciendo que quedase atrapada entre el coche y él. 

Toda reina necesita un caballero.

Esta vez no solo el tono le erizó el vello, también lo hizo la cercanía en la que estaban sus rostros. Los labios de ambos hicieron contacto y permanecieron ahí lo que para ella fue casi un instante. Al separarse se miraron a los ojos y el muchacho pudo ver los ojos sorprendidos de ella, sin embargo, cuando se volvieron hacia la casa pudo ver la expresión de celos de su hermanastra, lo cual a ambos los hizo sentir triunfantes.

Continuara…

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