Queridos cuervos hoy no vamos a seguir nuestra habitual dirección de recomendaros libros, juegos etc… Hoy os dejamos un artículo muy especial y lleno de cariño. El cual no ha sido sencillo de escribir por ninguna de las partes que están implicadas. Sin embargo, decidimos hacerlo y aquí lo tenéis. Hoy hablamos de uno de nuestros cuervos fundadores, Aitor Heras, que hace unas pocas semanas nos ha dejado para brillar en el cielo. Desde Vuelo de Cuervos como no podía ser menos, se le ha querido hacer un homenaje para el que fue un gran amigo y, con el pertinente consentimiento de su familia, que es quien nos ha pasado prácticamente casi todas las fotos. Los cuervos Miriam y Jesús estamos convencidos de que aprendimos mucho con él y, sobre todo, que conocimos a una maravillosa persona de la cual nos ha dejado una cantidad enorme de bonitos recuerdos. Así que sin más preámbulo, os dejamos este artículo que a más de uno nos ha sacado alguna lagrimilla, pero del cual confiamos que te gusté estés donde estés, siempre serás un cuervo.
AINHOA:
Aitor, no sé por dónde empezar ni qué decir de ti. La mente es desconcertante y apenas recuerdo los últimos meses contigo. En mi memoria se han quedado los detalles tuyos antes de ponerte tan malo. El que estaba en el hospital no eras tú, no eras mi hermano. Siempre has sido irónico, divertido, inteligente, audaz, y a veces un auténtico dolor de cabeza, y lo que veía en la cama del hospital los últimos días no era eso. Sí tengo grabado momentos de la infancia y juventud, esa que te ha sido arrebatada demasiado temprano.
De pequeño eras un pesado que rompió mi peluche favorito, mutiló a Ken, reventó una pelota que me encantaba, y regaló a una desconocida mi álbum de cromos. Entrabas de vez en cuando en mi habitación sólo para molestar o interrumpir.
En el colegio siempre fuiste el rarito porque adorabas la música y el cine, al tiempo que eras un inepto para los deportes; pequeño, con gafas y aparato, lo que te hacía ser la diana de tus compañeros. En ese momento ya demostraste tu fortaleza, porque nunca te vi flaquear o hundirte. La cosa no mejoró mucho cuando llegaste al instituto, sobre todo, porque te hiciste amigo de otro «rarito».
Durante años fuimos perfectos desconocidos. No nos aguantábamos y pensaba que no merecía la pena perder el tiempo contigo, hasta que un buen día, los dos nos preocupamos en conocernos, y es así cómo descubrí a mi mejor amigo.
Las anécdotas que tengo contigo son infinitas, y es con lo que me quiero quedar, porque al recordarlas se me dibuja una sonrisa, que buena falta me hace.
Cómo corrías de pequeño cuando el viejo se estaba afeitando y le gritabas en el umbral de la puerta la palabra «peteeeee». Nunca supimos por qué lo decías, pero se convirtió en tradición, hasta el punto que se lo he enseñado a tu sobrina.
La que liaste en tu cuarto al pintar en toda la moqueta un campo de fútbol para jugar con las chapas, y cómo dedicaste horas a hacerles las equipaciones.
Recuerdo con mucho cariño la «pelea del pepinillo», ¡ja, ja, ja! Aunque yo era la pequeña de los dos te sacaba una cabeza, y te intenté hacer comer uno. Acabamos destrozando mi habitación con la pelea.
De broncas nuestras hay cientos de historias, y nos hemos puesto finos mutuamente, recuerdo el día que me enganchaste el pelo con la puerta de la terraza, para soltarme me lo cortaste (muy ingenioso); o el día que me perseguías por casa y para que no me dieras me encerré en el baño, con tan mala suerte que venías detrás y te arranqué la uña del dedo gordo del pie con la puerta.
Recuerdo nuestras peleas a lo Mad Max con los patines por la calle de nuestra urbanización. Había una cuesta enorme por la que hacíamos carreras y para ver quién tiraba a quién.
Echaré de menos nuestras locuras de juventud, como cuando me dejabas tu coche (esto que no lo lea ningún policía), sin tener carnet de conducir y con alguna copa de más. O los atracones de madrugada después de una noche de fiesta, porque, aunque no hubiéramos salido juntos, el punto de reunión era la cocina.
Eras el pupas y de pequeño no hacías más que abrirte la cabeza. Tu torpeza te ha acompañado siempre, y ha sido una característica tuya. Una noche de copas te vi con el pie hecho trizas, y me contaste que le diste una patada a lo que creías que era un cenicero, pero resultó ser la base de una farola…en serio, no hay palabras. Cuando vivíamos en casa de los viejos se oía constantemente el ruido de objetos cayéndose porque eras incapaz de mantenerlos a salvo entre tus manos.
Has sido poco dado a los halagos, así que los que me has hecho se me han grabado a fuego. Cuando compré mi pisito, me dijiste que era muy valiente y sentías envidia por eso. Me hiciste prometer que un día, si lo necesitabas, te quedarías con él porque te encantaba. Te imaginabas montando tu estudio con el ordenador, tu biblioteca a rebosar de libros y películas, escuchando a John Coltrane y su «A love supreme». Pero ahora sé que no podrías vivir tú solo allí. Necesitas la compañía de otros en todo momento. No es imprescindible que estén en la misma habitación, pero sí has necesitado sentirte arropado.
Me encantaba volver de la universidad contigo y tu Seat Panda hecho trizas. Cuando había huelga de autobuses no podías evitarlo, y pasabas por la parada del colegio Padre Manyanet para recoger a un par de chavales y llevarlos hasta su casa. Ahí se desmontaba tu papel tío duro que siempre has intentado hacernos ver, pero que nadie se ha creído.
Aitorete, te recordaré sobre todo con añoranza por no poder estar contigo nunca más, pero también con mucho amor, admiración y mucho, mucho respeto. Tu fortaleza me ha dejado sin palabras en las distintas etapas de tu vida, pero sobre todo en esta última. Que nadie te diga que no has luchado con garra, que no has intentado arrancarle un minuto a la Parca para poder estar con los tuyos. Además, nunca has permitido que nada ni nadie consiga cambiar tus ideales.
Cada día que pasa mi dolor no es menor, pero sí más llevadero, salvo por las noches, en las que me encuentro sola con mis pensamientos, y es en ese momento en el que aterrizo y soy consciente de tu dolorosa ausencia. Me has dejado, pero mucho mejor así. Tu dolor por fin se ha acabado.
Por último, quiero que sepas que tus chicas están bien. Estamos pendientes de ellas en todo momento. Trabajaré muy duro para que Laura sepa la magnífica persona que tuvo como padre.
Te quiero mucho hermano
MIRIAM:
Yo quería compartir con vosotros la primera vez que vi a Aitor, fue en un cumpleaños (y la verdad no se de quien), pero si recuerdo estar en un Burger y estar embobada oyéndole porque sus ideas me parecían (y me siguen pareciendo) revolucionarias, desperdigaba una energía que no podías dejar de sentirte atraído al escucharle. Aitor es una persona que tiene las ideas muy claras y sabe perfectamente lo que quiere, y eso fue lo que me transmitió la primera vez que le vi y, por supuesto, todas las siguientes. Sabía que si quedábamos con en el, yo me iría a mi casa habiendo aprendido un montón de cosas y con una chute de energía brutal. Ese es Aitor Heras, una de las personas más inteligentes que conozco y la que más me ha hecho reír aun metiéndose conmigo. Así que amigo brilla con esa fuerza que solo tú sabes y piensa que dejaste huella dentro de mí en forma de idea revolucionaria, y que una parte de ti sigue viviendo con fuerza en mi interior.
LORENA:
Ojalá pudiese recordar todo lo vivido con mi compañero Aitor, pero creo que la memoria es sabia y deja en nosotros, en todos, las cosas más importantes, las que más nos marcan a nivel positivo y, por desgracia, negativo.
Fue en junio de 2014 cuando Aitor entró en mi vida. Por aquel entonces comenzábamos nuestra aventura con el blog de Vuelo de Cuervos y pedíamos colaboraciones, una de ellas fue Aitor y sus ganas de comenzar a escribir en serio y adentrarse en el mundo literario con sus cuentos, sus historias, su forma tan peculiar de contar las cosas.
Poco después, y gracias en parte a él, empezamos la revista del mismo nombre. Casi estaba él mucho más entusiasmado que yo y sentó las bases de cómo tomarme la gestión y dirección de la revista, de los baches que íbamos encontrando y de mi estado emocional con algunos sucesos que ocurrieron durante todo su recorrido.
«Que les den», solía decir. Y tenía razón, Aitor siempre tenía razón en la forma en la que tenía, y teníamos, que tomarnos la vida: con calma, pero no demasiada, viviendo el día a día a nuestra manera, sin prejuicios, sin que nada nos perturbase ni nosotros no queríamos, era, sin lugar a dudas un buen amigo y consejero, el mejor que pude encontrar por aquel entonces y a lo largo de casi 10 años.
La generosidad de Aitor hizo que por mi parte consiguiese certificarme como coach. «Quiero probar esa mierda, a ver si me ayuda a ser más constante con la escritura». Nunca se lo agradecí lo suficiente. En esas sesiones descubrí a un Aitor que todavía tenía mucho que ofrecer, mucho por ser; una persona radiante por dentro que jamás abandonó set quien era, solo dejó paso a la vida y sus circunstancias para aprender de ella y sacar la fuerza cuando fuese necesario.
Él quería volver a ser aquel universitario que se comía el mundo, pero lo seguía siendo y no se daba cuenta, y era mucho más que eso.
«Tengo cáncer», me cago en la puta fue lo único que me salió decir. Aunque sabía que lo llevaría bien y pondría contra ello todo su valor fueron tiempos y momentos complicados que le alejaron de la escritura.
Aitor era un escritor maravilloso, yo creía en él en su potencial, en su forma de narrar y de inventar historias. Tenía pensados muchísimos proyectos y uno en concreto muy especial. Solo pude prometerle que iba a publicarle como primer autor en Arima, no solo por el manuscrito que escribió, sobre todo porque si alguien debía darle la oportunidad de hacerse ver esa era yo y más después de lo que hizo por mí a lo largo de toda nuestra amistad. Él sabía que no le publicaba por enchufe, eso se lo dejé claro y aun así insistía en que no era talentoso. Ay, amigo, sí que lo eras y eres.
Me preguntaba a menudo si llegaría a la segunda edición «Ecos y murmullos». Ojalá pudiese decirte en una llamada que está a nada y menos de serlo ya.
Es curioso cómo dos personas convergen a lo largo de la vida. De lo que más me he podido reír con él ha sido todo nuestro tratamiento durante nuestros cánceres. Cuántas pastillas tomaba él o cuántas pastillas toma yo, esa era nuestra forma de quitarle hierro al asunto, al problema de salud que teníamos. Y os puedo asegurar que nos reíamos, y mucho, de todas las mierdas que estábamos pasando durante estos últimos años.
Echarte de menos no será una opción porque has dejado marcado el camino a muchas cosas y personas.
Sin él yo no habría
seguido escribiendo, por ejemplo.
Él se sentía orgulloso de la gente que tenia alrededor, pero es que esa misma gente también estaba y está orgullosa de él.
Amante de los durum, de Stephen King, de Slipknot, de su batería, de los videojuegos, de las pelis de género, de su familia y amigos, amante de la vida por muy jodida que se le pusiese, siempre con una sonrisa, con un «no pasa nada, hay que tirar para adelante».
Nosotros nos quedamos aquí, con tu recuerdo y la impronta que dejas, con la suficiente fuerza para hablar de ti con una sonrisa y orgullo. No habrías querido que por nada del mundo hubiésemos estado tristes, no permitirías que el simple hecho de hablar de ti fuese con dolor. Por eso la mejor forma de decirte «hasta luego» son todas estas líneas de la gente que te aprecia y apreciará toda la vida.
Eres un grande Aitor.
Así que, amigo mío, esta sonrisa va por ti.
JESÚS:
Aitor, yo tuve la gran oportunidad de conocerte hace unos años, cuando coincidimos en algún primer evento que ni recuerdo (fui a tantos), pero me acordaré siempre de un primer recuerdo contigo, cuando Vuelo de Cuervos publicó el fallo en aquel certamen en el cual tu dabas a los ganadores mediante un video, yo participé y no conseguí ser seleccionado. Ese mismo año participé en aquel número 3 de la revista con un relato, que narraba una historia alternativa, pero de la misma trama del relato que no fue seleccionado. Luego más tarde. También fue ese mismo año, cuando coincidimos por primera vez en un proyecto literario que tu coordinabas con David Jerónimo, la antología llamada «Hijos del Mal» de Egarbook Editorial. Poco después, Lorena y tú me abristeis la puerta para formar parte de la directiva de Vuelo de Cuervos, y fue cuando empezamos a tener más contacto. Juntos organizamos varios eventos, destacando el «Corvus et Draco», que fue el que más trabajo requirió por parte de todos.
Eso en el plano profesional, en el personal, jamás olvidaré las veces que quedamos Marina, Miriam y yo contigo y disfrutábamos de esas charlas donde hablabas de política y te venías arriba. Solo pensar que no podré volver a escucharte, es lo que me desgarra el corazón. También nos quedamos con las ganas de jugar juntos una partida al «Street of Rage» en tu casa, y rememorar esa época gloriosa de los noventa. La de veces que tuve la oportunidad, pero por distancia o pereza, me echaba atrás. Si tan solo pudiera volver a atrás, habría compartido contigo muchas más cosas. Es una espinita que me quedará siempre incrustada en lo más profundo de mi ser.
Aunque siendo positivos, también recordaré siempre todos los buenos recuerdos a tu lado, las risas que compartimos y como me has hecho utilizar en mi vida cotidiana algunos de tus términos que podrían ser ofensivos para ciertas personas, pero que llevabas toda la razón del mundo. Eso me los guardo para mí y cada vez que los usé, que sepas que hay una parte de ti diciéndome que los emplee sin tapujos.
Cada uno de tus libros, que tengo dedicados, debes saber que los atesoraré con mucho cariño, porque si hay algo muy importante que has dejado en mí, es el valor de que eras una persona con creencias firmes y que luchaba por sus sueños de manera noble y honesta sin lastimar a nadie.
Para acabar, solo decirte, que nunca te olvidaré y que siempre serás alguien del que me sentiré muy orgulloso de haber conocido.
Te quiero amigo, ahora y siempre.
JOSEMA:
Por último, nuestro cuervo Josema Beza, nos ha compartido un video de su canal de Youtube «La Caverna del Enano», pero un video que es privado y que solo compartió en la intimidad con Aitor, donde le dedicaba una reseña personalizada y dirigida a él exclusivamente de su primera novela «Dos kilos de sueños». Este video forma parte de un conjunto de regalos de un amigo invisible que celebramos aquel año entre los cuervos.
Y hasta aquí llega este artículo tan especial y cargado de hermosos recuerdos, posiblemente el más duro y difícil que hemos afrontado en toda nuestra historia desde que comenzamos. Para finalizar, solo nos queda decirte de parte de todo el equipo, que sigas observándonos y nos des a todos el valor y el coraje para que ninguno nos rindamos y sigamos luchando como tu hacías.
Aitor, gracias por todo
lo bueno que dejaste en las personas que te conocimos.
Fotos: Ainhoa Heras Rodríguez y Jesús Mesado Sánchez
Video: Cuervo invisible 2020 (La Caverna del Enano)
Artículo escrito por
Miriam Ojeda Portero y Jesús Mesado Sánchez,
con colaboraciones de: Ainhoa Heras
Rodríguez, Lorena Gil Rey y Josema Beza
Has dejado un gran vacío, amigo... Que la tierra te sea leve
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