Hola de nuevo, jauría de mentes inquietas. Iba yo dando mis
últimos aleteos de la mañana y se me ha ocurrido la genial idea de posar mis
patas sobre el poyete de este inmenso balcón al que se asoma la cultura y dejaros
mi opinión sobre la siguiente mente perturbadora que decidió un buen día
ponerse detrás de una cámara y no sólo escribir detrás de un teclado o producir
a dementes de su calaña.
Como ya sabéis los que os atrevisteis a leer mi anterior
artículo y tras ver la inmensa ilustración que encabeza esta nueva charla de la mano de nuestra querida y bautizada para siempre "Alada azabache" María, os hablo del incorregible Quentin Tarantino. Un tipo cuyo arte,
particularmente para mí, ha cambiado mucho la forma de ver el cine actual y
sobre todo, disfrutar de la violencia en su justa medida. Y digo lo de justa
por el disfrute de sus finales, no porque el gigantón éste de Tenneesse se
corte a la hora de ser explícito en sus tomas y en los ríos de sangre que deja después
de dos horas sentado en tu butaca o en el sofá de tu casa.
Permitidme el lujo, que demonios, ya que soy yo el que corre
el riesgo de caerme desde esta altura, que obvie hoy las colaboraciones que
Tarantino ha hecho con otros directores como por ejemplo Robert Rodríguez. Hoy
voy a hablar puramente de su cine y por supuesto de las películas que yo he
tenido el placer de disfrutar más que un minion en una piscina de bananas.
Muchos querrán matarme, quizás otros me envidien, pero la
primera locura de este artista de la cámara que yo vi fue Pulp Fiction, y sí, a
lo mejor alguno lo ha adivinado, el pajarraco que os habla no ha visto aún Reservoir
Dogs, su ópera prima. Lo siento, quiero ser perfecto, pero me es muy difícil.
Meterse de lleno en el ambiente creado por este tipo en su
segunda película, catalogada no sólo como obra maestra, sino como una de las películas
que ha influido en el séptimo arte para siempre, es harina de otro costal.
Simplemente el hecho de estar filmada por el final es algo que te hace chorrear
de emoción. La calidad de sus diálogos; Jackson y Travolta han provocado a
estas alturas millones de memes y vídeos con la que ya ha caído. Estamos
hablando de una película de 1994, casi nada.
¿Argumento? ¿De verdad creéis que importa eso en esta
maravilla visual, con una banda sonora de pelotas, un guion original de pan y
moja que se llevó el Óscar y unas actuaciones brutales? Vamos a demostrarlo… Yo
te digo: «Dime la tres imágenes que se te vienen a la cabeza cuando nombró este
largometraje». Y tú me dices: «El mítico baile de Thurman y Travolta en la
pista al son de I want to dance, la sobredosis de Mia y el momento jeringuilla
de Vincent para salvarla, sin olvidar todos los malditos diálogos de Jules
(Samuel L. Jackson) y Travolta como Vincent Vega».
Quentin Tarantino. Rodaje de Pulp fiction
Pero claro, no es justo para todos los demás actores que yo
diga esto, pues Willis, Keitel y Roth también están de escándalo junto al
inmenso reparto del que siempre se rodea este genio. ¿No os recuerda cómicamente
y guardando la inmensa distancia a Segura con su Torrente?... Vale, me he
colado, perdona Quentin.
Fuera bromas, este hombre sabe sacar lo mejor de todos ellos
y a mi me da la sensación de que hasta ellos mismos se creen quienes son dentro
de la película. Os juro que cuando deje este artículo, la veo otra vez. Tengo
la excusa perfecta, mi pichoncito aún no la ha disfrutado
Ahora nos vamos a meter en otro terreno del que solo pensar
en él, me tiembla el pico de emoción. Y con ello voy a cometer otro gran error
entre muchos de los que es escucháis a este mal agüerista volador, pues otro de
los largometrajes que no he visto de Tarantino fue Jackie Brown, os prometo que
al terminar me patearé todas las casas de la ciudad para ver si hay algún que
otro desgraciado como yo que no la ha visto, mientras continuaré hablando de lo
que se llama en la literatura bilogía y aquí el yanqui de gigantesca boca
dividió en dos volúmenes, Kill Bill Volumen 1 y Volumen 2. Ambas se estrenaron
seguidas, 2003 y 2004. Aunque su intención inicial fue hacer una sola de cuatro
horas.
Volvemos a disfrutar de esa violencia tan exquisita que nos
gusta saborear por culpa de la venganza y que sirve como pretexto al ser humano
para no manchar su alma pura. No hay nada como el Ojo por ojo…que nos lo digan
a nosotros.
En el Volumen 1 la película arranca con Uma Thurman mal herida
y embarazada en su boda y rematada por su antiguo novio. Tras sobrevivir
milagrosamente, ver que ya no está en estado y que ha pasado cuatro años en
coma, decide buscarlo y vengarse de todos los que le ayudaron.
La mejor asesina del mundo, antigua amante del mayor asesino
del mundo, Bill (David Caradine), que tiene un Escuadrón de serpientes asesinas,
comienza un ciclo de violencia cazando una a una a todas sus excompañeras. En
esta primera parte las víctimas son Vernita, Elle Driver (que sobrevive) y el
objetivo principal O‒Ren Ishii, la actriz Lucy Liu.
Esos conocimientos harán de Thurman (La novia) un arma
humana letal en la que Tarantino recreará escenas desorbitantes de acción al
más puro estilo Bruce Lee con una bacanal de violencia, sangre y muerte por
toda la ciudad, con otra vestimenta icónica dejada por su inestimable sello
ochentero en ese chándal amarillo que todas las frikis que conozco de pro han
querido llevar puesto alguna vez con la katana a juego. La famosa espada
elaborada por el legendario Hattori Hanzō interpretado por el veterano actor japonés Sonny Chiba.
Ah y por supuesto aderezando todo este ambiente con la banda
sonora genial de un grupo de rock japonés formado por tres chicas que se hacen
llamar The 5.6.7.8´s.
La batalla final con la actriz Lucy Liu es fotográficamente perfecta.
Puro cómic, vamos. La conversación de Sofie Fatale, otra de las miembro
moribundas con Bill tras aparecer en aquel escenario dantesco, es espectacular.
En la segunda os podéis imaginar el desenlace y todo lo que se sigue sumando a la ristra de muertes que bajo sus pies y a golpe de katana, ha dejado La novia. Objetivos: la excompañera Elle Driver que aún sigue viva y tuerta, un secuaz ermitaño y hermano de Bill (Michael Mandsen) y este último para completar su epifanía de dolor y venganza.
En esta segunda entrega Tarantino recrea otra de las escenas
inmortales de este género. El enterramiento viva de la novia a manos del
hermano de Bill. La salida de ese ataúd aún hace que me de miedo crujirme los
dedos.
Evidentemente, os podéis imaginar lo que pasa una vez que
esa espectacular Uma Thurman sale de ese infierno de madera: Seguir en busca de
todas sus antiguas amigas asesinas que ayudaron a Bill a deshacerse de ella
para aniquilarlas, dar con Bill y vengarse por la muerte de su marido y su
hija.
Hoy en día está de moda algo que ya viene de lejos, la
fortaleza femenina ante la adversidad. En esta historia la protagonista
demuestra esa valía de una forma diferente, Quentin utilizada de nuevo su
recurso más valioso, el flahsback, pues a través de las artes marciales y
conocimientos que adquiere anteriormente La novia con el mítico maestro Pai
Mei, interpretado por Gordon Liu que casi consigue que deje de comer gusanos
para comer arroz nada más, convierte a Thurman en la asesina más letal del
mundo antes de que la masacre de la boda pasara pasándose a llamar La bamba
negra. Dotándola de una técnica que será el broche final de la película. Esto,
sumado a la sorpresa que se lleva La Novia, cierra estos dos volúmenes de una
forma espectacular.
Perdonad si me he recreado en esta historia. Me gustó mucho
en su momento. Bueno, esperaos un momento que me voy a trasladar a la parte
oeste del edifico donde da la sombra ahora, el hierro del poyete me estaba
asando ya la patas. ¿Por dónde iba? Ah, sí, dejamos de lado el homenaje al cine
japonés mezclado con espagueti western y ahora se me crea una duda, pues no sé
si vi antes Death Proof o Malditos Bastardos. Empezaré por la primera, que
sinceramente y aunque me duela, la vi muy de pasada. Para mí de las peores del
director.
Death Proof es una de esas historias típicas de carretera.
Aquí me da que Tarantino estaba en horas bajas e hizo esta historia como un
escritor crea un relato mientras elabora una novela más cuantiosa. Una válvula
de escape cuya secuela fue dirigida por su amigo Robert Rodríguez.
Una película de terror en la que la mente psicótica de un
antiguo especialista de cine llamado Mike, se dedica a aniquilar a chicas jóvenes
con las que se cruza por la carretera. Simple, ruda, por supuesto violenta. Sin
embargo al bueno de Kurt Russell no le va a salir todo como él quiere. Con un
reparto femenino del que siento debilidad especial por Rosario Dawson y Rose
MacGowan que será la prota de la secuela antes nombrada, este film es del puro
estilo y acción sobre cuatro ruedas con la crudeza que bajo destellos de sangre,
siempre nos deja el bueno de Tarantino. Banda sonora y producción de Rodríguez
y poco más.
Ahora me meto de lleno en otra maravilla del loco de
Knoxville. Malditos Bastardos está sin duda en el top tres de las mejores
películas de este hombre para mí. Yo, un bicho volador que ha visto tanta
miseria en el mundo y ha vivido de lleno la era nazi de la que me escapé, aún
no sé cómo, me apasiona este tema y si es para destrozar cabezas nazis, todavía
más.
Aquí Quentin nos lleva al primer año de la ocupación alemana
en Francia. De la mano del oficial aliado Aldo Raine, interpretado brutalmente
por Brad Pitt y secundando por un equipo de soldados judíos que se dedican a
coleccionar sus cabelleras como los antiguos Apalaches. Estos se alían con una
famosa actriz de la época alemana que interpreta Diane Kruger y la dueña de un
teatro (Mélanie Laurent) cuyo papel será clave en las intenciones de este grupo
de rebeldes que quieren acabar con la ocupación nazi desde los altos mandos del
Fürher. Aquí quien llena la pantalla y acapara todas las adulaciones es el
inmenso Christoph Waltz interpretando al odioso coronel Hans Landa. Despiadado,
inteligente, intuitivo y mordaz en todos sus comentarios, hace de sus
apariciones una delicia para el bueno de Tarantino, convirtiéndolo desde
entonces en uno de sus actores fetiche. Como no podía ser de otra manera, se
llevó el Óscar al mejor actor secundario.
La crudeza de la guerra y la despiadada locura nazi,
mezcladas con ese humor negro que parece parte de las venas de este director,
nos muestran la realidad de un mundo lleno todo ese racismo que sigue minando
nuestro mundo y últimamente en su país más de lo normal.
La escena final con Hitler y todo su séquito es tan excitante que solo de pensarlo se me ponen de punta hasta las plumas del culo.
Y ahora la que yo creo que hasta ahora es la película más
arriesgada del director, Django desencadenado. Protagonizada por el oscarizado
Jamie Foxx, Tarantino nos mete en el western a través de los ojos de un
ex esclavo negro, justo antes de que estalle la guerra civil. Éste une sus
fuerzas a las de un cazador de recompensas alemán muy particular que lo liberó
en su día del futuro Ku klux klan para buscar a los mayores criminales del sur
de América. Ese alemán no podría ser otro que Christoph Waltz, que de nuevo se
llevó al huerto al jurado de Hollywood, consagrándose como uno de los mejores
actores secundarios de los últimos tiempos.
Sin embargo, para mí, hay dos actores que merecieron algo
más y fueron el inconmensurable Samuel L. Jackson haciendo de esclavo racista,
si habéis oído bien. Fiel sirviente del otro actor que ya llevaba tiempo
dejándonos unas actuaciones increíbles y la academia seguía dejándolo de lado,
Leonardo Di Caprio.
Escenas crudas e infectadas de todo el sadismo que se
destilaba en aquella época hacia los afroamericanos (ojalá fuera solo en
aquellos tiempos), ya me entendéis. Hacen que Django consiga llegar hasta la
hacienda donde está su esposa, la hermosa actriz Kerry Washington. El desenlace
será brutal y la carnicería bajo los dominios del villano DiCaprio haciendo del
dueño, Calvin J. Candie sigue la línea de esa violencia que se saborea en las
películas de este loco director, con su característico humor irreverente y el
disfrute de un auténtico WESTARANTINO.
en el rodaje de Django desencadenado
En esta película me quedo con el diálogo que mantienen el
esclavo Stephen y su amo Candie al ver a Django encima de un
caballo…Absolutamente genial.
Doblamos la esquina del edificio y nos ponemos bajo un
pequeño techillo porque hay unas nubes que me están dando mal rollo para así
poder seguir hablando del chico de Tennessee. Y esta vez sin cambiar el rumbo,
pues parece ser que le cogió el gusto a esto del viejo oeste y esta vez nos
lleva a la época en la que acaba de terminar la Guerra Civil estadounidense.
Hablamos de Los odiosos ocho. La película que más me ha sorprendido del
director porque no esperaba nada de ella al estilo de Death Proof y no porque
también esté interpretada por Kurt Russell, todo lo contrario.
Grabada en los gloriosos 70 mm. Imaginaos la escena como si los actores fueran los peores cuervos de una inmensa bandada. Sois cazarrecompensas, uno con su correspondiente preso, otro del mismo gremio que el primero, un sheriff y cuatro absolutos desconocidos quedáis atrapados en medio de una gigante tormenta de nieve en una fonda. Para colmo, los ocho individuos tienen viejas cuentas pendientes entre ellos y algunos ni lo saben.
Kurt Russell y Quentin Tarantino en un descanso en el rodaje de Los odiosos ocho¿Quedará alguien vivo cuando amaine la tormenta? Si no la
has visto, ya estás tardando. Ese género subversivo que se crea entre cuatro
paredes y varios desconocidos fomenta un ambiente de paranoia entre todos, que
ni tú mismo te fías de la persona que tienes al lado viendo la película. A mi
primo casi le birlan un reloj que le mangó a un despistado en un banco del
parque cuando nos juntamos varios en el borde de una casa donde lo estaba
viendo una familia. Si dura más el film, nos sacamos los ojos, fijo.
Tim Roth vuelve bajo el manto del director tras varios años
y sigue siendo tan odioso como cuando adopta el papel de malo. Jackson y
Madsen, los casi fijos en su línea y Jennifer Jason Leigh, después de mucho
tiempo desaparecida, Tarantino la hace brillar.
Me llamaréis loco por hablar de la fotografía de esta
película, pero es que trabajar con esa luz dentro de una cabaña y mostrar los
gestos vivos de los actores en pleno énfasis de paranoia, mola mucho. Por
cierto, Tatum se deja caer por allí y también sorprende con su papel.
Jennifer Jason Leigh en el rodaje de Los odiosos ocho
Conclusión no la dejéis escapar y no os asustéis si dura dos
horas y cuarenta y siete minutos, ser os pasa volando.
Y bueno, llegamos al final de mis graznidos con el último
film hasta ahora de este genio. Esperado por muchos y al que a no todos ha
convencido. A mí sí, pero de largo.
Hablamos de Erase una vez Hollywood. Por el amor de Dios, que a mí me gustan las cuervas, pero es que si juntas a Pitt y DiCaprio juntos, yo te compro un nido con yacuzzi si hace falta. Talento por los cuatro costados y encima, como broche final me pones a Margot Robbie haciendo de Sharon Tate…¿perdona?
La estética de finales de los 60 al dedillo. 90 millones de
presupuesto para llenar de color a los actores, localizaciones, material,
coches de la época para contar una de las épocas más crudas marcada por el que
todos conocemos, como el asesinato más famoso ocurrido en Hollywood de la mano
de La familia Manson y que acabó con la vida de la mujer del director Roman
Polanski y varios de sus amigos.
Sin embargo, en esta película nos mezcla el fulgurante
ascenso de una joven Tate (Margot Robbie) con la decadencia de uno de los
actores (de ficción) más famoso de la última década, Rick Dalton (DiCaprio) y
el apoyo incondicional de su mejor amigo y doble de sus escenas de riesgo Cliff
Booth (Brad Pitt, que por fin le dieron el Óscar por una actuación de la
leche).
Escenas cómicas como las de Cliff con un joven Bruce Lee,
Rick con la pequeña actriz de un western interpretada por la jovencísima Julia Butters o la aparición de Damian Lewis como
Steve McQueen son geniales. Bueno, perdonadme pues no quiero olvidarme de los
cameos del gran Al Pacino y de forma anecdótica de la hija de Uma Thurman que
sale en Stranger Things y la hija de Bruce Willis.
Guiños y críticas dispares a toda la magia y la mierda que
rodea el séptimo arte en el país de los sueños cinematográficos y un final con
el que estuve graznando de risa y dando botes sobre mis patas como el que tiene
delante una bandeja llena de lombrices, insectos, semillas y frutos rojos.
Es cierto que en ciertas fases se hace un poco lenta, pero
es necesario todo lo que se cuenta para que termines con una sonrisa de oreja a
oreja y de nuevo, disfrutando de la violencia extrema que nos brinda este loco
de Knoxville con razones de peso. Para mí un genio al que seguiré allá donde
lleve su cámara y al que jamás le diré: Nunca más.
De nuevo, y si este feo pajarraco no os ha aburrido, nos
leemos en el próximo encuentro. Esta vez sobre un sitio especialmente
arriesgado, como la fantasía que siempre nos ha querido mostrar en sus
películas el siguiente director, el introvertido y eterno soñador Tim Burton.
Fotos: culturacolectiva.com, publico.es/cultura, rodajesdepeliculas.blogspot.com y lmeml.wordpress.com
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